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POR AMOR AL ARTE. Olimpio Galicia

«No tengo certeza de cuándo comencé con la pintura y el dibujo como oficio…»

POR AMOR AL ARTE

No tengo certeza de cuándo comencé con la pintura y el dibujo como oficio, lo cierto es que algunos trabajos que aún se conservan, tienen fecha de 1970, del Siglo pasado el más antiguo.

Como muchacho inquieto y con alguna pasión por el arte, desde muy temprana edad, he estado garabateando cosas y embadurnando otras intentando crear.
La carencia de escuela, de orientación pedagógica, de alguien quien guiara, fueron las limitantes que tuvo y sigue teniendo esta labor que hasta ahora realizo.

Ha sido, sin embargo, una experiencia maravillosa, ese transcurrir de mi vida entre colores, trazos, figuras, formas y planteamientos estéticos, los que han determinado, en gran parte, el lado positivo de mis andanzas, siendo además, la causa de mis grandes satisfacciones personales.

En aquellos tiempos de mi juventud, un día salí dispuesto a encontrar a un señor que todos en la ciudad conocían como el gran coleccionista de arte, yo quería conocerle y ofrecerle en venta uno de mis trabajos a pesar de que nunca había vendido nada de lo que hasta ese momento había hecho.

«No tenía mucho optimismo, pero sí muchas incertidumbres y temores…»

No tenía mucho optimismo, pero sí muchas incertidumbres y temores, no obstante, mi crítica situación económica me obligaba a asumir el riesgo de ser pateado o aceptado.
No tenía idea de la dirección del ciudadano en cuestión, sólo lo había visto en algunas oportunidades cuando pasaba por alguna avenida de la ciudad manejando su camioneta pickup blanca.

Creo que allí ha sido la única vez que ha funcionado mi poder mental, el que junto a las fuerzas superiores del universo, hicieron que cuando llegué a una esquina céntrica en mi deambular sin rumbo, apareció, como un milagro bendito, la camioneta pickup blanca y de chofer el señor coleccionista.
Impelido por una fuerza sorprendente bajé de la acera, agité los brazos y casi me le atravieso al vehículo, pero el fulano ni se inmutó, no me vio y pasó casi pisando mis cayos con las ruedas de su carro a unos 20 k/h.

No podía creer que ésto me estuviera pasando, y ante la frustración seguí cabizbajo mi andar, pero al recorrer dos cuadras, al pasar frente a una ferretería, miro al señor coleccionista que estaba allí, comprando, accesible y, sin él saberlo, dándome la oportunidad buscada.
Lleno de nervios, con un sudor que comenzó a brotar por todas partes, me le acerqué y lo saludé con la cortesía que el personaje y la ocasión merecía, incoherente, tartamudeando, pero al final le dije que yo tenía una obra de arte (imagínense mi arrogancia) y que quería venderla.

«»¿Lo pintaste tú?». «Sí», contesté…»

Él se interesó y preguntó dónde la tenía y si la podía ver de inmediato. Así fuimos a mi residencia de estudiante, y allí, entre el desorden y cachivaches, montado en una silla estaba mi cuadro. Se lo mostré y de inmediato preguntó: «¿Quién pintó esto?». Creyendo que me iba a decir: «¿Para esto me hiciste venir hasta aquí?», no pude responderle. Por encima de sus lentes alzó la vista y mirándome fijo volvió a preguntar: «¿Lo pintaste tú?». «Sí», contesté como quien se expone a la peor sentencia.

Tomó el cuadro, lo llevó donde había más luz, lo trasladó a otro sitio y, sin quitarle la vista, se alejaba y volvía. En ese momento mi vida era un caos de nervios, hasta que sentí que volví a la vida, cuando dijo: «Esto es maravilloso, es un trabajo estupendo, muy original, tiene fuerza, ¿qué materiales usaste?, ¿cuándo lo hiciste?, ¿por qué yo no te había conocido antes?. Yo conozco a todos los pintores de aquí y los mejores de Venezuela». Y así fueron uno tras otro los comentarios y las preguntas que me llevaron a andar flotando en una nube a la deriva, hasta que escuché: «Te lo compro».

Desde aquel momento, con esa pequeña tela trabajada con tinta china y óleo entré a formar parte de la Colección Alberto Henríquez y con gran orgullo a ser uno más de «su gente» como él llamaba a sus amigos artistas, a conocer su vitalidad y su pasión por el hecho artístico y vivenciar su personalidad muy particular y su gran decisión de cultivar la vida para hacerse inmortal a través de la dimensión infinita del arte.

Olimpio Galicia Gómez

El Oficio. Olímpio Galicia