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Serie Amores de Refugio: “Esa Boquita tan Linda… Yo la Beso”. Capítulo VII: “Tinieblas». Por Luis Homes Jiménez

«Se lo llevaron a un Centro de Detención de Adultos»

Tinieblas

El sábado fue un día muy triste, pesado y gris. De esos días que pasan y no quieren volverse a recordar.


En el refugio estaba programado un partido de futbol desde hacía varias semanas y todos estaban esperando la jornada de goles de Carmelo y la algarabía en el patio. En la mañana húmeda, salieron todos los muchachos y muchachas en fila ordenada y se sentaron en los bancos de aluminio, esperando los jugadores invictos del campeonato, como si se tratara de una copa mundial. Llego el equipo del otro refugio y los nuestros no salían. Demoraban un montón y la espera se hizo tensa. No podían perder por ausencia, porque estábamos allí, en nuestro refugio. Finalmente, llegaron con unas caras largas y de desesperanza. Algo pasaba. Carmelo no estaba entre ellos.


Todos nos preguntábamos que había pasado. El partido comenzó con un pito fuerte, como para despertarnos. En el primer tiempo, nos metieron 3 goles. Los nuestros estaban desganados. No corrían tras la pelota y pues, era un juego fastidioso, lento, casi fúnebre. En el tiempo de descanso casi abandonan, pero nosotros no sabíamos que estaba pasando. En el segundo tiempo, pues metieron otros 4 goles y el partido termino 7 a cero. Yo me acerque a un Míster que también estaba con la cabeza baja y caminaba de un lado a otro, como nervioso y le pregunte que paso con Carmelo. Y el me dijo se lo llevaron esta madrugada porque hoy es su cumpleaños, ya cumplió 18 anos y no puede estar en este refugio de menores de edad. Se lo llevaron a un Centro de Detención de Adultos.


La noticia, que yo no comunique, se fue corriendo como pólvora y un ambiente de silencio inundoo el refugio. Todos nos mirábamos unos a otros sin decirnos nada. Parecíamos sonámbulos en un desierto. Caminábamos sin rumbo de una parte a otra y solo los místers nos seguían, también en silencio. Yo me metí al baño a llorar y me di cuenta de que estaban otros muchachos en los baños del lado, también encerrados y posiblemente llorando.


Habíamos perdido a un amigo, Carmelo, con olor a caramelo y no nos habíamos despedido de el, ni sabíamos que iba a pasar con él. Sencillamente no consiguió quien lo recibiera acá en los Estados Unidos y ahora estaría en un Centro de Detención hasta que un juez decidiera su futuro. Posiblemente seria deportado a Honduras. Eso es lo que he escuchado. Pero no estoy seguro.


Isabel tampoco salió a ver el partido de futbol. Yo no sé si ella sabe que Carmelo se lo llevaron. Ayer le dieron la mala noticia que su mama murió de cáncer en El Salvador. Y según cuentan las muchachas, ella estaba inconsolable. La llevaron a la enfermería con un fuerte dolor de cabezas y según dicen, le tuvieron que dar unas pastillas para dormir.


Acá hoy, la tristeza inunda las paredes, los pasillos, se vuelve esto como un espacio que ahoga y oprime el pecho y no te deja caminar, te paraliza. Provoca estar tirado, acostado, con los ojos cerrados y no ver ni escuchar nada.

Yo esperaba que Angelica gritara desde algún lugar: “No pasa nada, no pasa nada” pero hasta ella, tan escandalosa y alegre, tampoco ha hablado ni ha dicho nada. Dios mío, cuando pasara todo esto. Que vaina esta vida de muchachos como nosotros que nos venimos solos de nuestras casas, dejamos familia, país, y acá nos encontramos con estas sorpresas. ¡No lo habíamos imaginado! Vinimos a buscar una vida mejor, salir de la pobreza, pero no sé si será posible. Al menos teníamos una pobreza alegre. acá, solo la esperanza de una prosperidad triste.

Luis Homes Jiménez

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