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¡Serie Amores de Refugio: “Esa Boquita tan Linda… Yo la Beso”. Capítulo XI: “Súplica”. Por Luis Homes Jiménez

Mire tío Alfonso, yo la verdad necesito que usted me ayude…»

Hoy me ha dado por recordar la conversación con mi tío Alfonso, el hermano de mi papá que desde Honduras me había prometido que me iba a recibir acá en Estado Unidos y después de varias semanas en el refugio, me dijo que no podía, quedándome yo allí por más tiempo y ahora aca en este puto Centro de Detención. De manera que me decidí a llamarle por teléfono sin consultarle a nadie, y asumir cualquier riesgo.


“Mire tío Alfonso, yo la verdad necesito que usted me ayude. Y yo le pido que me escuche antes de que me dé una respuesta. Pero por favor, por favor, yo se lo ruego por lo que usted más quiera en este mundo. Yo necesito que usted me reciba en su casa y me dé la oportunidad de salir de acá de donde estoy, preso. Yo no soy ningún delincuente para estar acá. Yo solamente me vine de Honduras porque me vine huyendo de las maras, esos malandros que querían que me uniera a ellos para estar vendiendo drogas, secuestrando y extorsionando gente. Si yo me hubiera quedado allá, habría muerto por no unirme a ellos o estaría unido a ellos como un malandro más, sin futuro. Y, además, haciendo mal a mi propia gente. Pero tampoco me vine para acá para estar encerrado y ya llevo en esto más de ocho meses. ¡No puede ser por amor a Dios!” Se me quebró la voz y tuve que quedarme callado porque no quería que mi tío pensara que yo era un muchacho llorón y cobarde. Respire profundo tres veces mientras él estaba callado; yo continúe, sereno, pero firme.


“Mire tío, además, yo no puedo dejar que mi viejo y mi vieja pierdan la finquita que han trabajado por tanto tiempo. Usted sabe cómo son los prestamistas allá, de un momento a otro se la pueden quitar y eso es lo único que ellos tienen para sobrevivir. Ellos prestaron un dinero para que yo pudiera venir a Estados Unidos. Usted se imagina tío Alfonso que los viejos pierdan eso y yo acá preso. ¿Qué va a ser de nosotros? Mire tío, yo le prometo que no voy a hacer una carga para usted. Usted solo tiene que darme un sitio donde dormir en su casa. Ni siquiera una cama. Yo puedo dormir en el piso. Ni siquiera tiene que darme comida, yo voy a trabajar de una vez, sea legal o no, yo voy a trabajar y voy a traer comida para usted y para mi”


Mi tío seguía en silencio y pregunté si seguía allí. “Alooooo, Alooooo, Tío. ¿Está allí? Y solamente dijo sí aquí estoy. Pues yo continúe, sin saber lo que iba a decir era conveniente o no. “A mí me enseñaron en mi pueblo que uno tiene que ser agradecido toda la vida. Yo nunca voy a olvidar lo que usted haga por mí. Y mire tío, yo le juro por este puñado de cruces y por su madrecita querida, mi abuela Juana, su propia madre, que yo nunca, nunca, lo voy a defraudar, pero yo necesito que usted me ayude a salir de acá”. El silencio fue más prolongado y cuando ya yo estaba casi llorando otra vez, escuche su voz: “Aja, ¿y qué es lo que tengo que hacer”?
“Pues mire, de acá lo van a llamar para pedirle unos datos de su trabajo, de su dirección y usted los da y creo que tiene que firmar unos papeles. Pero ya eso lo resuelve usted con la gente que lo llame” y la respuesta fue: “Pues mire Carmelo lo tengo que dejar porque ya se me acabó la hora del almuerzo y acá en la fábrica no dejan hablar por teléfono” Y se cortó la llamada o el tiro el teléfono.


Yo tuve una sensación muy extraña en mi cuerpo. Como si un ejército de hormigas estuvieran recorriendo mi pecho, bajaran a mi estómago, recorrieran mis piernas haciéndome cada vez más débil. Me senté en un banco de cemento al lado de la puerta de la celda y se me acercó un pastor a decirme que si me podía ayudar. Le dije que estaba bien, que solo le pedía que orara por mi para que yo pudiera salir pronto y que a mi tío Alfonso se le ablandara el corazón de piedra que tenía.


A mi tío no le conté de mis planes de buscar a Isabel y la intención de comprometerme con ella. Mucho menos de mi obsesión por besar esa boquita tan linda. Creo que fue mejor. Podría pensar que me quería llevar a Isabel a su casa y que no sería yo solamente la carga, si no que seríamos dos. Ya hecha la diligencia con mi tío, ahora tendría que localizar a Isabel, desde acá, preso y solo. Pero ya pensaría cómo lo iba a hacer. Ha sido mucho por hoy. Y no puedo pensar más.

Luis Homes Jimenez

2 Comentarios

  • Julyrma

    También me inquietó el silencio del tío Alfonso, las hormigas caminando por el cuerpo, la desesperanza,la angustia por los viejos y hasta sentí la necesidad de ayudarlo a encontrar a Isabel… Que buena cosa escrita!
    Gracias!

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