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Serie Cuaresma. Capítulo IV: «Jesús frente al  Sanedrín». Por Luis Homes

Jesús frente al  Sanedrín

Jesús frente al  Sanedrín

El hombre flaco y de barba había sido capturado por los soldados gracias a la colaboración de uno de sus discípulos: Judas el Iscariote. El próximo paso era  llevarlo al sanedrín, ese tribunal de muchos jueces, respetado y a la vez temido  por muchos porque allí estaba representado el poder religioso, el político y el poder moral. Las decisiones  del sanedrín eran muy bien analizadas, discutidas y pocos se atrevían a cuestionarla. Era una especie de “Corte Suprema de Justicia”  que decidía los asuntos más trascendentes entre los judíos.

Los soldados condujeron a Jesús a una plazoleta y le ofrecieron una silla mientras llegaban los sumos sacerdotes y jueces y el juicio comenzaba. Pero él, con una tranquilidad y paz interior que se reflejaba en el rostro, prefirió estar de pie con las manos hacia atrás. En el sanedrín los mismos jueces se organizaban entre acusadores o defensores y entre ellos saldría una decisión, luego de escuchar el testimonio del acusado. No había para entonces abogados privados.

El protocolo fue muy lento y tedioso  para que el juicio empezara. Jesús, de pie,  recto,  y majestuoso como un árbol milenario, escuchaba un interminable protocolo y lista de reglas del juicio. Uno de sus seguidores dormilones,  Pedro,  estaba entre las gradas del público, bien retirado del escenario  como tratando de pasar desapercibido. Comenzaron a pasar testigos a declarar contra Jesús. Lo acusaban de querer destruir los templos y al ser interrogados sobre los días, momentos y circunstancias se contradicen entre sí.

También de que Jesús era un atentado para el imperio, profanaba a las autoridades y que era una amenaza para el poder político. Pero otros jueces recordaron que él había ordenado dar al César lo que era del César.  Uno de los jueces le preguntó abiertamente, ya cansado del silencio eterno de Jesús y de no conseguir argumentos coherentes para la condena:  

– Pero porque no dices nada a tu favor de lo que la gente te acusa? Estamos esperando que te defiendas. O es que no te has dado cuenta de lo que esta pasando?  

Jesús continuaba en silencio. El sumo sacerdote fue más directo y en voz alta y casi desesperado le preguntó:  

– Es que acaso vos sois el mesías, el propio hijo de Dios?

Y Jesús,  con una serena elegancia dibujada en su rostro y una mirada penetrante le respondió clara y pausadamente:

– Así, yo soy.  

En este momento hubo un gran revuelo en la sala y Jesús agregó:  

–  Y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo

El sumo sacerdote dirigiéndose al resto de los jueces y al público, comentó en voz alta:

– Ya ustedes acaban de oír esta blasfemia imperdonable. Este hombre creyéndose el Mesías y el propio hijo de Dios. Ya es el momento de acabar con esta farsa imperdonable y condenarlo a este blasfemo como culpable.

Todos los jueces estuvieron de acuerdo en medio de un gran alboroto. No podían creer lo que escuchaban. Algunos de los presentes estaban buscando a personas defensoras de Jesús que se resistieran a la condena. Yo estaba sentado en las gradas del público con mi perrita Rosaura, al final de ese espacio que se estaba convirtiendo en un circo.  Un hombre que parecía importancia se acercó al hombre que estaba sentado a mi lado y le señala diciendo  

  • · Tu eres uno de ellos, de los que estaban con Jesús  
  • · No, yo no conozco a ese hombre.

Rosaura comenzó a ladrarle sin motivos al hombre que estaba a mi lado. Se acercó una mujer y le insistió:  

  • · Yo te he visto con él en las sinagogas, no lo niegues.
  • · Digo que no lo conozco, no se quien es.  
  • · Eres o no eres de los suyos?, le volvió a insistir el hombre
  • · Hasta cuando les digo que no, no tengo nada que ver con ese que se hace llamar el hijo de Dios.  

En ese momento cantó un gallo. El hombre a mi lado que después supe que era Pedro, se levantó del lugar llorando y se fue corriendo.  

Jesús seguía allí, en el silencio de su condena. Sabía que la muerte se acercaba, a pesar que el sanedrín no tenía la capacidad de condenar a alguien a muerte, el proceso continuará con más show y salvajismo.  Lo que pasaba a su alrededor, era un prefacio de lo que vendría: la gente pasaba y lo empujaba. Los más osados le agarraban las nalgas en tono burlón. Unos se atrevieron a escupirlo. Era el principio de la decadencia. Sus más cercanos colaboradores huyeron todos.  

El gallo cantó por segunda vez y Rosaura comenzó como una loca desesperada,  a correr en círculos alrededor de Jesús condenado.  

Luis Homes   

4 Comentarios

  • Luis Homes

    Muchas Gracias Claudio por sus comentarios. Esta serie conmemora el viacrucis de Jesus, con la peculiaridad de estar presente mi mascota: La perrita Rosaura y su acompanamiento a Jesus en su camino. Las proximas entregas: V. Jesus es Condenado a muerte; VI Jesus azotado y con la corona de espinas; VII Jesus con la cruz a cuertas; VIII Simon de Sierene, el auxilio de Jesus IX Las mujeres de Jerusalen; X La crucificcion; XI La promesa a un ladron; XII El mensaje de Jesus a Maria y a Juan; XIII Muerte y desolacion; XIV El sepulcro; XV El misterior de la resurreccion.

    Espero sirva esta serie literaria para recordar la presencia de un maestro e hijo de DIos en su recorrido por el mundo y en nuestras vias.

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