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Serie Cuaresma. Capítulo XIII: «Jesucristo ha resucitado». Por Luis Homes

¡Jesucristo ha resucitado, Jesucristo ha resucitado, Jesucristo ha resucitado!

Jesucristo ha resucitado

Las horas siguientes a la muerte de Jesús, todos entendimos lo que significaba la palabra “silencio”. El viernes, a la caída de la tarde y luego de la selladura del sepulcro, todos partimos sin decir una palabra. Todas las preguntas, dudas, angustias, tormentos, quedaban depositados en nuestros corazones y sentíamos quedarían allí por siempre, porque ya el dolor había sido demasiado. Ahora se imponía el silencio.  

El discípulo amado Juan, se llevó a María a su casa en silencio. José de Arimatea partió del sepulcro solo y en silencio. Nicodemo, Pedro, María Magdalena y otras tantas mujeres, partieron también sin decir una palabra. Yo saldría a Emaús con mi amigo Cleofás al amanecer del Domingo y me propuse ayuno absoluto y estar dos días en silencio por la muerte de este hombre Jesús, a quien había conocido semanas antes en el huerto de los olivos.  

Este, era un silencio envolvente, pesado, como si cubriera toda criatura viviente. Durante el sábado, los árboles no se movieron. El viento no sopló. Los pájaros, no volaron ni cantaron.  Los animales no hicieron ningún ruido y parecían estatuas de museos.  Ni la luna ni el sol pasearon por el firmamento, de manera que no sabíamos si era de día o de noche. Ese manto grisáceo y de dolor del viernes de la muerte de Jesús, nos envolvió a todos y nos hizo  figuras amorfas, cubiertas de niebla.

El domingo en la mañana algo cambió desde muy temprano. Los árboles estaban erguidos, sobrios y sus ramas llenas de pájaros cantando. El sol había despuntado por primera vez en tres días y sus rayos eran cálidos y energizantes. Había un viento riquísimo de la primavera más hermosa. Ahora podíamos vernos claramente unos a otros y sin ninguna razón aparente, todos estábamos de buen humor. Algo estaba a punto de suceder.  

María Magdalena llegó gritando y asustada,  a la casa de Pedro. Con voz entrecortada dijo que se había robado el cuerpo de Jesús. Eran las siete de la mañana. Pedro dijo que eso no era posible porque la piedra del sepulcro era muy pesada y allí habían guardias custodios. María Magdalena insistió y echaron a correr al lugar del sepulcro.  Juan escuchó la historia y corrió detrás de ellos. Como era más joven y atlético, se les adelantó y llegó primero al sepulcro. Después llegaron Pedro, María Magdalena, María la madre y por último yo con mi perrita Rosaura.  

La puerta del sepulcro estaba abierta de par en par. Sobre el mesón donde había colocado el cuerpo de Jesús, solo estaban lienzos limpios, los mismos que había colocado Nicodemo sobre el cuerpo del maestro sin vida.  No había indicios de que nadie hubiera estado allí antes. Un olor a rosas impregnaba el lugar. El rostro de  María, la madre, comenzó a iluminarse con una sonrisa y una paz indescriptible. Ella se acercó al  mesón, lo besó con ternura maternal como los sacerdotes besan solemnemente el altar y comenzó a orar mirando al cielo. Nadie sabía porque María estaba tan contenta, pues al parecer si habían robado el cuerpo sin vida de Jesús. A la salida del sepulcro estaban docenas de soldados asombrados, porque no se habían dado cuenta de nada y ninguno se había quedado dormido.  Sabían que sus castigos serían de muerte.  

Mi perrita Rosaura comenzó a latir de alegría. Saltó como pudo al mesón del sepulcro y comenzó a lamer el rostro de María, abrazándola con sus dos patas sobre el hombro.  Rosaura brincaba de una parte a otra celebrando lo que hasta ahora nadie sabía.

María, ahora una madre sonriente y triunfante,  salió a la puerta del sepulcro vacío, se arrodilló, levantó los brazos al cielo radiante y dijo:  

–  Dios Mío y Padre Mío! Te pido perdón por haber dudado en medio de mi dolor y no haber entendido nada. Estaba  cegada por la neblina de la muerte. Ahora entiendo que mi hijo, tu hijo, nuestro hijo ha resucitado. Que se siga cumpliendo  tu palabra por los siglos de los siglos. ¡Amen!

En ese momento todos salimos gritando a los cuatro vientos: ¡Jesucristo ha resucitado, Jesucristo ha resucitado, Jesucristo ha resucitado!.

Luis Homes

3 Comentarios

  • Pedro Duarte

    Mil felicitaciones por tan extraordinario relato de la Resurrección de Cristo Nuestro Redentor.
    En un ejercicio de Letio Divina, allí nos debemos ubicar, para sentir con más profundidad la Alegría de la Resurrección.
    Verdaderamente ha Resucitado

  • Licinio Enrique González F

    Excelente y espléndido relato.
    Una manera diferente de relatar la Pasión, Crucifixión y Resurrección de JESÚS.

    FELICITACIONES Luis…

    Verdaderamente es el HIJO DE DIOS…

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