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«UN MUNDO BIZARRO» de Osiris Betancourt Bruges



«UN MUNDO BIZARRO»

Conocí a Osiris bien entrados los años 70 del pasado siglo.  

Inconformista, cuestionador, inquieto. Siempre buscando la antítesis de cada tesis de turno.  

Incomprendido por muchos, admirado por otros tantos, Osiris creció haciendo matemáticas de las palabras, habilidad que muy pocos desarrollan, por asumir a priori, que son lenguajes inconciliables. Esta especial habilidad lo llevó a desarrollar una particular forma de escribir: intenso, objetivo, realista.

El ensayo se convirtió en su patria, dónde creció libre y desenfadado, obstinado pero preciso.

De esa génesis personal nace también su libro «Un mundo bizarro»: un conjunto de ensayos llenos de la fuerza de quién es observador y protagonista a la vez, de quién no se conforma con señalar sino también en enseñar, en promover cambios… en desnudarse el alma sin temores ni pacaterías.

En esta Opera prima, Osiris Rogelio Betancourt Bruges le da la oportunidad, a quien no lo conoce aún, de navegar en sus aguas intelectuales a veces en calma y las más de las veces, turbulentas y oscuras.

«Un  mundo bizarro» será el lugar ideal de encuentro con el  inconformista que todos llevamos dentro, pero también con la posibilidad de encontrarse con el pensamiento profundo al alcance de todos.

Enmanuel Camejo Zavala

A continuación un brevísimo extracto de uno de los títulos del libro, que pronto será exhibido en las principales librerías de América y Europa.

POLÍTICA Y TECNOLOGÍA




La política y la tecnología son dos conocimientos –aparentemente- ajenos y opuestos uno del otro; que además muestran una incompatibilidad difícil de explicar, pero fácil de observar. No es un desatino afirmar que quienes ejercen la política no tiene capacidad práctica para ejercer la tecnología, y viceversa.

Ellas, política y tecnología, constituyen dos islas fundamentales en las que existe, transita y cohabita la realidad; y se unen mediante el puente conformado por la civilización. Son dos realidades absolutas que -entrelazadas- sustentan las manera de entender, de entendernos y de entenderse todo; dándole una explicación al modo como se vive y a la vida misma.

Una sociedad sin política es un grupo humano estancado, y destinado a desaparecer, independientemente que sea un grupo fuerte o sea un grupo insignificante. Con la política se construyen las relaciones y las razones del grupo. Se deciden y regulan las creencias, se estandariza la manera de ser y de actuar, y se califica todo: lo bueno, lo malo, lo grandioso, lo bonito, hasta lo asqueroso y lo místico. La política se manifiesta en una manada de perros, en un enjambre de abejas, en las relaciones de vestuario de los integrantes de un equipo deportivo, en las relaciones internas y externas de una empresa, y, por supuesto, en las relaciones de los Estados.

La tecnología es el vehículo en el que se mueve la sociedad con todas sus aristas y dimensiones, llevando a cuestas su legado, entre ellos su política, a la que acomoda y reacomoda en función del nivel tecnológico que haya alcanzado; porque una innovación tecnológica significativa, infiere un cambio en la política y, consecuentemente, en la sociedad. La aparición de la agricultura, invención del arco y la flecha, la construcción de las bombas atómica, de los motores de combustión, entre otras, cambiaron las relaciones del ser humano con su realidad.

Una sociedad sin tecnología carece de civilización y solo es un conglomerado de entes vivos que funcionan por el instinto.

La tecnología afecta al presente y cambia el futuro, pero también reinterpreta el pasado, con la intención de afinar este círculo vicioso de cambios. Esta capacidad, casi virtuosa (que es lograda sin quererla y sin buscarla por el ámbito tecnológico), es el objetivo intencionado de la política, pero dirigida a crear círculos viciosos de poder.

Desenmarañar los hilos y los andurriales de la dependencia interesada entre la política y la tecnología, logrando ver una al lado de la otra, sin tocarse, permite comprender las manipulaciones a la que está sometida la sociedad humana.  


EL CHIP DEFECTUOSO

El humano creador de destrucción. Incidentes que casi destruyen el mundo.

Desde siempre el humano ha intentado valerse de todo a su alrededor para mejorar su calidad de vida o para ahorrarse esfuerzos. Palos, piedras o restos y partes de cualquier cosa, en su estado y forma natural, fueron las primeras herramientas usadas, que luego  

-modificadas o escogidas según la necesidad- impulsaron la carrera tecnológica de la humanidad. Carrera que aún no encuentra su fin y que cambia su objetivo y sus herramientas permanentemente.


La tecnología ha pasado de ser una herramienta para el bienestar humano a convertirse en el instrumento más sofisticado del conocimiento para la destrucción; además coquetea peligrosamente con una autonomía que la hace actuar según “su propio criterio”, dejando nuestro destino y subsistencia como seres vivos (como creación divina incluso) a decisión de un instrumento tecnológico.

Resulta curioso que en la antigüedad nuestro destino dependía de los dioses, de una fuerza poderosa, intangible y de origen divino, que podíamos intentar controlar solo con suplicas, con oraciones y llevando una vida acorde a determinados preceptos. Hoy nuestro destino depende, en algunas oportunidades, de instrumentos hechos en una fábrica bajo el criterio de un obrero especializado y, tal vez, a cambio del salario de una semana.

Tal es la injerencia de la tecnología en nuestro destino que las actividades políticas del mundo se ven enmarcadas por ella y sus consecuencias. La política es una actividad netamente humana y humanística por excelencia. La política la conforman el hombre, sus instituciones, sus acciones, sus decisiones y sus espacios ocupados. Definiendo así la política, es razonable suponer que un electrón y un chip tienen muy poca injerencia en ella, puesto que está ubicada en esa dimensión filosófica de la vida humana. Pero la capacidad creadora y destructiva del hombre le ha dado un espacio -mucho más que importante- determinante a la tecnología en las decisiones globales de la humanidad.

La tecnología empezó a ganarle terreno a la política y en un momento se hizo protagonista. Esta situación comenzó en el siglo pasado: aparecen los aviones, los submarinos, los cohetes, las ametralladoras y la famosa “industria armamentista” como heredera privilegiada de la, aún incipiente, segunda revolución industrial.  

Dos guerras mundiales desbastaron gran parte del mundo: la economía, la cultura, la territoriedad de los pueblos y la historia se dividió con esos hechos. Hoy una nación mide su poder en función de su desarrollo tecnológico, puesto que este infiere capacidad militar y comercial, a la vez que arropa los tradicionales parámetros del poder, como lo eran la capacidad militar per sé de una nación o sus despliegues diplomáticos, entre otros.

Los actores políticos de los países líderes impulsan y apoyan desarrollos tecnológicos para beneficiares de sus consecuencias y con ellas imponerse ante los demás países y así tomar una posición dominante en el escenario mundial. Estos desarrollos tecnológicos no son exclusivamente militares: el cine, video juegos, marketing y demás evolucionan para penetrar culturas, cuidando conservar como exclusivo el conocimiento tecnológico desarrollado.

Los científicos, apoyados por los políticos, desarrollan tecnologías de guerra soportadas en la inteligencia artificial que actúan solas, y que tienen –en teoría- la capacidad de decidir por las personas lo que es bueno o malo al momento de matar y destruir. Estas herramientas fantásticas, tienen como función principal (además de disparar cohetes automáticamente, accionar armas o pilotear aviones bombarderos) anular la conciencia. Es la máquina, maraña de hierros y cables con espíritu electrónico, la que decide la vida de sus creadores, los humanos.

Es bizarro crear tecnología para dominar, y en lugar de ello, terminar siendo dominados por la tecnología. Así lo demuestran los incidentes que se describen abajo.

Osiris Betancourt Bruges

Astor Piazzolla y Raúl Lavie – Balada Para un Loco

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