Microrelatos

«¡LAS NAVES! ¡LAS NAVES!». Por Enmanuel

«Observó primero al sur donde se confundían lecho y ribera del viejo río…»

¡LAS NAVES! ¡LAS NAVES!

Teotiste miró al cielo como buscando respuestas. Observó primero al sur donde se confundían lecho y ribera del viejo río. Luego oteó el oriente donde «La Horqueta de Pecaya» asemejaba la inmensa mordida de un animal portentoso. Apenas si razó su mirada hacia el Oeste, con la certeza que de allí no vendría nada. Nunca vió hacia el Norte, como si el horizonte solo tuviera tres puntos cardinales.

Eran las tres de la tarde de un día seco y polvoriento, el viento hacía giros y tolvaneras pareciendo llevar, en el seno de su arcano oficio, verdades ocultas enredadas en su silbido.

Aquel hombre entrado en años y con el pelo blanco, volvió a la casa caminando lentamente, su mirada, que apenas hacía unos minutos urgaba lontananzas, ahora solo enterraba preguntas observando la árida tierra.

Poro, al ver esa contrastante actitud de su viejo padre, le preguntó a boquejarro:

  • ¿Mi santo… qué andás buscando?

A lo que el viejo contestó en tono molesto y decepcionado:

  • ¡LAS NAVES! ¡LAS NAVES!

Enmanuel

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