Y llovió fuego del cielo. Por Enmanuel
Y llovió fuego del cielo
Baruch, el hijo de nadie pero conocido por todos, caminaba silencioso por las calles de Gomorra. A su alrededor, bacanales y orgías repletaban los ocuros callejones y patios de aquella licenciosa ciudad.
- ¡Moreno! ¡Apasionado «Toro de Tebas»!, venid a beber de mis saladas mieles y trémolos placeres, jamás te arrepentirás de vaciar tus ímpetus en las entrañas de mi cuerpo
(Le dijo a Baruch una hermosa morena de pelo ensortijado y ojos color miel)
Sadiha, era el nombre de aquella muchacha, de escasos 14 años de edad, pero con ojos y piel fulgurando en luz oscura (como de condena anticipada) como de arcanos.
Baruch no emitió una sola palabra, viéndola directo a los ojos, extendió su mano derecha hacia ellos y cubriólos con fría ternura.
De pronto, en inesperada metamorfosis, de la espalda de aquel hombre (hijo de nadie pero conocido por todos) surgieron un par de alas blanquísimas e imponentes, que se extendieron y aletearon impetuosas, elevando a ambos hacia el cielo, en un fulgor como de rayo.
Debajo de ellos, el valle de Sidin y el Mar Muerto, se llenaron de una luz rojiza e infernal. Las ciudades de Ġəmôrāh y Sodoma, habían desaparecido.
Desde entonces se cuenta en Zóhar y Zeboín que… «YHWH hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego, destruyendo estas ciudades y cuantos hombres había en ellas».
Enmanuel