Microrelatos

EL DE LOS COLIBRÍES. Por JULYRMA JIMÉNEZ

«¡Mañana vendo el de los colibríes

EL DE LOS COLIBRÍES

Los frijoles parecían danzar al compás del hervor, Remigio apenas podía sostener la pequeña lata sobre aquel fogón improvisado. Casi se podían contar los granos de arroz que quedaban, un trozo de pan y dos sorbos de café…

Después de dar gracias a Dios por el pan del día, Remigio se acostó en su hamaca que parecía hecha de remiendos y comenzó a mecerse con el canto de los grillos que furtivamente se introducían en un agujero del piso hecho de estibas. Su mirada se paseó por las pinturas colgadas en la pared: siete obras que él llamaba «naturaleza viva» porque eran paisajes, flores, mariposas, abejas y pájaros que evocaban eso, la vida.

Encendió lo que quedaba del cigarrillo de la tarde anterior y expulsando una bocanada de humo que pareció ser un trébol del aire, dijo:

_ ¡Mañana vendo el de los colibríes!.

Al día siguiente, Remigio fue con el cuadro a venderlo en las afueras del museo. Se exhibían alli las obras de un conocido artista plástico cuyo arte era altamente valorado; una pintura suya podía costar diez veces más que una de Remigio…

El viejo Remigio observaba a unos niños jugar con bombas de jabón, cuando un joven le preguntó el precio de aquel cuadro. Al muchacho le pareció una hermosa pintura, incluso le dijo que en el museo había una semejante pero parecía vista desde otro ángulo, costaba diez veces más y no era más preciosa que la suya.

El comprador fue bastante generoso con el pago, así que Remigio pudo adquirir además, nuevos pinceles, lienzos y pinturas… De regreso a casa, el viejo sonreía como quien guarda un gran secreto, entonces rompió el silencio:

_ «Y pensar que ese cuadro del museo era de los mismos colobríes, del mismo paisaje, del mismo cielo… solo cambiaron el ojo y el alma del artista.»

JULYRMA JIMÉNEZ

EL COLIBRÍ. Virulo

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