Maese Hellekin. Por Enmanuel
Maese Hellekin se vistió lentamente, primero su vestido de losanjes, luego sus absurdas botas orladas, seguidamente cubrió con cuidado su cara con la mascarilla negra, para ponerse finalmente el sombrero de tres picos. Se levantó con cuidado, altivo, mirando la multitud de infelices que tenían ĺa oportunidad de volver, por única y última vez, a dar una vuelta por la tierra de los hombres (la que fué un día, también su tierra). Como si un extraño rayo lo tocara, empezó a girar sobre si mismo, vociferando de forma altisonante, un lenguaraje en tono oscuro, que solo él sabría su significado.
Finalmente miró, con desprecio y burla, a las almas atormentadas que esperaban su orden final y acto seguido, con un grito que parecía de burla, rabia o desesperación, inició, como cada final de año, «la cabalgata de los aparecidos» rumbo al cementerio, en el mundo de los vivos.
Enmanuel