GARDEL, PERÓN Y BORGES: UNA SONRISA ARGENTINA. Por Osiris R. Betancourt Bruges.
En memoria de Carlos Gardel.
A Melody Luz y su significado: una sonrisa invisible, una alegría sin palpar.
Nos empeñamos en no parecernos a nosotros mismos. Cuando nos vestimos, más que satisfacer la necesidad básica de protegernos del ambiente, intentamos cambiar nuestro aspecto y apariencia, haciéndonos ver más llamativos. Nos perfumamos y así matamos nuestro olor natural, sea agradable o no. Nos removemos y reordenamos insistentemente las uñas, la grasa del cuerpo y cualquier manifestación pilosa; hay quienes llegan a los extremos de cambiarse el sexo y hasta el color de la piel.
Hacemos obsesiva esta necesidad de cambio, justificándola con el hecho de mejorar lo que cambiamos; llegando a suponer que todo debemos mejorarlo, sintiéndonos dioses de nuestras supuestas imperfecciones. Así hemos destruidos paisajes, hemos extinguido especies, o hemos aniquilado culturas que ahora se añoran.
Esta insistencia por cambiar nos hace sentir como una especie de Dios humano, que vuelca su propia creación y su realidad, para dotarla de una divinidad modificada, una “divinidad artificial” que complace, inmediata e intranscendentemente, a nuestros sentidos, tratando de aniquilar la realidad pautada por el universo, haciéndola temporalmente imperceptible.
La mayoría de los humanos piensan y actúan de esta manera; pero habemos los que no… habemos los que tomamos nuestra realidad tal y como está, y solo le sacudimos el polvo, haciéndola brillar en su esplendor propio, haciéndola crecer desde adentro.
Así nació Gardel, desde su realidad, desde el arrabal, cuando el arrabal era un espacio perdido y poco apetecible de la cultura Argentina; cuando era un espacio marginal y sucio. El arrabal argentino era sinónimo de menos, de gente agresiva, sin educación y sin estilo.
En el arrabal se bailaba a la luz de la luna, sin mas ornamentos que el cielo nocturno, la ropa sucia de la jornada y la expresión del pueblo, con el riesgo latente de la riña y de la puñalada ebria. Se bailaba esa danza asimétrica que no entendemos en el caribe y que deslumbra los salones de la Europa de lujo.
Hoy arrabal suena a elegancia, a universalidad: suena a tango. Ese tango que nos hace pensar en un gran salón con copas de cristal llenas de champaña; que nos hace pensar en un bandoneón incitando la sensualidad en el baile, con piernas femeninas que se levantan y alertan ojos e imaginaciones masculinas; piernas femeninas que, danzando, se separan y se pegan al calor del hombre.
Tango suena a esa música sentida, tocada con los instrumentos y el corazón; haciéndonos suponer un traje impecable, una bufanda perfectamente cruzada al cuello y un sombrero inclinado con exactitud sobre un peinado engominado pulcramente.
Tango suena a orgullo argentino, orgullo de todo un pueblo. Arrabal suena a Tango.
Gardel logró hacer un prodigio de reinversión divina, de vuelta atrás, sobre una creación de los dioses humanos (los dioses de lo imperfecto): tomo la voz de un pueblo, su sentimiento, sus historias, sus instrumentos, su manera de bailar y le cantó al mundo esa oda mágica llamada tango.
Gardel no era exquisito como lo eran todos los artistas universales de su época; era espontáneo adrede. Mas bien hizo que sus modos se consideraran exquisitos: se apodó el zorzal criollo en lugar de asignarse un adjetivo elegante y se negó a cantar con frases y palabras estilizadas. Solo habló y cantó como un porteño más. Así lo hizo tanto en los bares de mala calaña de Buenos Aires como en la Ópera de París.
Gardel fue endiosado por el mundo artístico al exponer la maravilla de lo espontáneo, al hacer de la sencillez y lo natural un símbolo universal de la belleza y del arte; y lo hizo sin predisposición y sin una estrategia comercial; solo fue él, sus costumbres, su cultura; fue todo aquello que la divinidad le puso en su realidad arrabalera cuando le dio la vida. Fue todo aquello que no modificó, que dejo intacto para mostrarlo al mundo.
En medio de este juego de inversiones, el General Juan Domingo Perón comentó en una oportunidad:
“Para gobernar la Argentina, hay que ponerse la sonrisa de Gardel”.
Esto lo dijo quizás con la intención de darle al tango el valor artístico que se merecía, haciendo un trueque entre política y cultura popular. Luego, revolviendo más esta espiral de inversiones, Jorge Luis Borges, en son de chanza, con lo brillante de sus ocurrencias y de su manera de expresarse, decía:
“Gardel sonríe como Perón”.
Osiris R. Betancourt Bruges.
6 Comentarios
Osiris
Estimado profesor, para «botarla» se requiere haber aprendido mucho.
Gracias por el comentario y por lo que pudo aportar en mi aprendizaje.
El Gordo
¡¡¡EXCELENTE!!! te botaste Lobito. Gardel expresion innata del tango….»tango que me hiciste tanto mal y si embargo te quiero porque eres el mensajero del alma del arrabal»…
Ambar Berg
Maravilloso misterio el del tango y el arrabal. Fenómenos como Gardel, Perón y Borges, todo un suceso que hace temblar sociedades.
Felicitaciones señor Osiris Bruges
Osiris
Gracias.
admin
El arrabal argentino, todo un ecosistema de pasiones. Es difícil enterderlo si no se es argentino. De acuerdo con usted
Osiris
Gracias por la publicación.
El tango, y en sí la cultura popular Argentina, es expresión que no termino de entender; y eso la convierte en fascinante para mi.
Hay que ser argentino para entenderlo (como hay que ser maracucho para ser agresivo y feliz a la vez ) .