Opinión

Cuando alguien se va o nos deja… ¿qué nos deja?. Por Miguel Alberto Zurita Sánchez

«…(la pelona)»

Cuando alguien se va o nos deja… ¿qué nos deja?

Siempre lamentaremos la muerte de una persona, así haya sido medianamente buena persona y mucho más lamentable si ha sido buena.


Creo que es de gran valor e importancia, el aprendizaje que resulta de todo esto; por ejemplo de lo frágiles que somos ante un suceso normal, cómo la muerte, sea cual sea el medio o instrumento para hacerse presente (la pelona).
A nuestros seres queridos, tenemos que recordarlos con alegría, con sus anécdotas, con sus locuras y elocuencias, de sus errores nos encargamos, vivimos y sufrimos cuando existían y estaban entre nosotros.


Ahora es parte de otra etapa, otra etapa de nuestra vida terrenal……de nuestro viaje.
Por eso, es que debemos joder, echar bastante vaina, cantar y bailar, así seamos más sordos que una campana’ebarro, mostrarnos tal cual somos, para que podamos trascender y sigan disfrutando de nosotros y con nosotros, cuando no estemos, en presencia física ni química y mucho menos matemática.


Cuando alguien se va o nos deja, nos deja mucho, por ejemplo, el conocimiento y entendimiento, de que podemos hacernos eternos, que nos hacemos fuertes en la debilidad, que un buen gesto o buena acción vale tanto, como el agua en el desierto, que es increíble el poder que lleva consigo ser agradecida(o), que si hay algo resistente y tenaz, en esta nuestra existencia, es la humildad, que la carne es débil y el espíritu también, la diferencia está en la humanización de la conciencia, que un pacto de sangre no vale, si es de sangre azul, que el valor, la verdad y la importancia de una conversación, es directamente proporcional a la cantidad de tiempo, durante la cual la mirada se dirige a los ojos de la otra u otro, los ojos son las ventanas del alma, que tiempo, es lo que no tenemos, por eso hay que actuar a tiempo y por último, que todo lo que sucede nos enseña algo, pues siempre hay un para que.


Miguel Alberto Zurita Sánchez

LA MALA MUERTE. Luis Eduardo Aute

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