Opinión

EL ORDEN, LA APARIENCIA Y LA INTELIGENCIA. Por Osiris R. Betancourt Bruges.

EL ORDEN, LA APARIENCIA Y LA INTELIGENCIA

EL ORDEN, LA APARIENCIA Y LA INTELIGENCIA

Todos los hechos individuales (realizados por personas normales) no son acciones involuntarias o casuales, si no que ocurren como consecuencia de una premeditación conceptual, que define las directrices a seguir por un individuo en cada una de sus actuaciones. Este es el principio del orden, de lo que es normal en la vida, en sociedad y que permite la funcionalidad del individuo con el medio.

Algo que es poco conocido es que el “orden” ha sido estudiado y analizado profundamente por varias corrientes del pensamiento, recibiendo diferentes interpretaciones; se le entiende como la organización de algo, para hacerlo funcional. Se interpreta también como la acción inteligente que nos ha permitido convertirnos en seres civilizados. Un concepto amplio de orden lo define como una propiedad que se manifiesta cuando varios sistemas abiertos y de origen distintos, coinciden en espacio y tiempo, e interactúan, retroalimentándose con sus propios productos y alimentando a otros sistemas, ajenos a esta interacción inicial. Si el sistema tiene memoria, se establece un procedimiento organizado y metódico que permite alcanzar repetidamente un objetivo. En el logro del objetivo y en esa capacidad de repetición se reconoce el orden.

A pesar de que es el humano quien lo observa y lo define, el orden también se manifiesta en situaciones inhumanas, sin el uso de la inteligencia, en aquellos sucesos donde se detecta una secuencia determinada de hechos, sin la presencia ni la actuación de personas. Por ejemplo, el paso del tiempo y el movimiento de los planetas presentan un orden implícito y natural. Es decir que, desde la óptica humana, el orden existe en dos planos: uno, producto de una interacción entre las partes (en la que no necesariamente participa el humano), y otro, como consecuencia de una planificación (realizada por el hombre). Además, se observa otra dimensión en el orden que mide su complejidad: el correr del agua y el movimiento de los planetas requieren de complejidades diferentes; también se observa en el tendido de una cama y la construcción de un avión, por ejemplo.

El orden aparece en toda nuestra realidad. Es por medio de él que entendemos nuestro entorno y lo alteramos, ya sea para reorganizarlo, mejorarlo o modificarlo. Luego su existencia es indiscutible. Es un componente fundamental (y motivo de estudio) de todas las ramas del saber humano. Desde esta idea se han desarrollado varias teorías del orden. Tales teorías exponen diferentes criterios de ordenación, entre los que se pueden nombrar: el orden secuencial, el jerárquico, el cronológico, el lógico, el universal, el aleatorio y el lexicográfico. Además, cada ciencia le da un significado diferente; por ejemplo, cuando es tratado con género femenino (la orden) se convierte en una instrucción: la orden judicial, la orden de compra, la orden de pago, entre otras.

Caos y Orden

A pesar de lo que se le ha estudiado, y del alcance que se le atribuye, siempre manejamos el orden de manera más instintiva que racional. Ciertamente, partiendo de un tratamiento empírico del orden es que se ha llegado a la profusión y complejidad que se le asigna actualmente. Pero de principio, el primer contacto que se tiene con el orden es con su expresión más sencilla o elemental. Por esta razón podemos hablar de un orden inmediato o simple, que no pasa mas allá del alcance de nuestros sentidos y no requiere de una interpretación profunda.

Este “orden inmediato” se aprecia en dos niveles que son antagónicos pero forzosamente consecutivos. El primero de ellos, y el mas elemental, se refiere al orden estético; este es el que percibimos inicialmente (y de manera inmediata) por los sentidos, y es la vista la que nos da la primera información, que puede complementarse con la información de los otros sentidos: olfato, tacto, oído; este orden inmediato es el que nos permite conceptualizar una realidad observada y organizarnos para actuar inmediatamente sobre dicha realidad.

Este es el orden con que llevamos la vida; bajo su concepto ordenamos la casa, la ropa en las gavetas, le damos la disposición a las plantas en un jardín, nos combinamos la ropa y decidimos si una persona es atractiva o no. Pero este concepto es superfluo y la más de las veces no resiste una apreciación más profunda. Un ejemplo que ilustra esta situación es el uso de tacones por parte de las mujeres: los zapatos de tacón las hace ver atractivas, pero pueden resultar muy incómodos para caminar. Extendiendo un poco más esta idea, la famosa “primera impresión” (que intentamos dar siempre como agradable) se logra trabajando el orden estético: nos peinamos el cabello, combinamos los colores de la ropa, usamos maquillaje, etc. Podemos ver una persona bien vestida y concluimos que debe tener una alta formación académica o que tiene solvencia económica, pero puede ocurrir que, al conversar con ella y conocerla más, descubrimos que no es tal. Este orden estético es la principal arma del consumismo y la herramienta fundamental de la publicidad.

El nivel siguiente dentro del “orden inmediato” es el funcional; su aplicación es consecuencia de un mayor razonamiento y sacrifica la estética a favor de la comodidad, de la funcionalidad o de facilitar una acción. Se soporta en el sentido común y a partir de él se disponen de manera lógica las acciones e ideas. El orden funcional apunta a hacernos las cosas más fáciles y prácticas sin considerar lo estético. Cuando razonamos nos ordenamos primero de acuerdo con la estética y luego con la funcionalidad.

Curiosamente, los artistas, que son cultores por excelencia de la estética, ordenan sus vidas atendiendo mas a lo funcional que a lo estético y muchos de ellos muestran una apariencia de gente desordenada. Sin embargo, esta gente -aparentemente desordenada- partiendo de este orden funcional, alcanzan niveles estéticos difíciles de lograr por el común de la gente en sus actividades: he allí por ejemplo un Reveron desadaptado, desordenado, y sus pinturas; o un Van Gohg y sus cuadros.

Van Gohg

También se observa esta curiosidad en los genios del pensamiento, que ha de suponerse son personas ordenadas, capaces de acumular muchos conocimientos y que deben generar sus ideas con la ayuda de un orden estricto. Me viene a la mente Marx con su cara peluda como león y su doctrina política económica que divide al mundo; y Einsten, que tenia muchos sweters y pantalones, pero iguales todos; está de más señalar sus obras.

Y es que el orden funcional es el que hace a una persona diferente del resto; es el que obliga a obviar lo superficial en favor de lo necesario. Una persona funcional piensa desde adentro, desde la necesidad misma y aprende a reconocerse y valorarse mas por lo que es, que por lo que aparenta ser, descartando la arrogancia y el exhibicionismo (características que necesita imperiosamente el uso del orden estético). Y quienes lo rodean descubren con asombro que esta persona de poca presencia tiene mucho mas en su personalidad que cualquiera “bien vestido y perfumado”.

El orden es un concepto profundo, que para abordarlo se requiere de profundidad en la inteligencia y requiere de un entendimiento que vaya más allá de lo que muestran los sentidos y de lo que se aparenta. Orden y apariencia -a pesar de lo incongruente de ambas ideas- están una al lado de la otra y son dependientes, porque una buena apariencia requiere el manejo del orden estético; pero el orden por sí mismo, el absolutamente lógico y metódico, necesita obviar en su totalidad la apariencia, la opinión de los sentidos, para ser alcanzado.

La sociedad con sus negocios y valores se apoya en el orden estético, en lo fácil e inmediato, para convertirnos en un sustento más de sus intereses. Y hace que el orden funcional, y quien lo cultiva, sea considerado ridículo e innecesario.

Cuando se logra hacer simbiosis entre el orden estético y el funcional se recibe el reconocimiento social y hasta se alcanza el éxito. Pero se mutila una parte significativa del aspecto que nos hace humanos, que nos diferencia de la belleza de un ave exótica o de un amanecer espectacular; se mutila la característica que nos permite apreciar y reinterpretar lo que nos dicen los sentidos; esa característica que nos permite asignarle valores místicos y mágicos al entorno. Al hacernos de dicha simbiosis descartamos forzosamente el uso de una parte de nuestro concepto como seres: la inteligencia.

Osiris R. Betancourt Bruges.

Punto Fijo, 08 de octubre de 2009.

The Vytas Brenner Band. SAN AGUSTÍN

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