Opinión

LAS PERSONAS Y EL ESTADO. Por Osiris R. Betancourt Bruges.

Un Estado es un ente abstracto que se manifiesta a través de las leyes y la burocracia, y con ellas aborda lo que le es pertinente.

Cuando una persona nace, en cualquier parte del mundo, queda inserta en un Estado establecido que, por lo general, existe en el área geográfica donde ocurre el nacimiento.

Incluso antes de nacer la futura persona ya está sometida al Estado donde tomará vida. Más aún, otros Estados le ofrecen a este futuro nuevo ser la pertenencia, soportada en la nacionalidad de sus padres.

Este “regalo forzoso de la sociedad” – de permitir y obligar que los nacientes integren un Estado – viene equipado con una serie de derechos que adquiere, automática e irrefutablemente, el nuevo ciudadano; y también se le adosan una serie de deberes que, al igual que los derechos, el neociudadano no tiene la posibilidad de aceptarlos o rechazarlos.

Los Estados tienen siglos conformándose y evolucionando en función a los hechos que lo afectan y de las personas que lo integran y lo manejan. La mayoría de las veces se adapta a las circunstancias mas que cambiar, porque el Estado lo arropa todo y él per sé vale mas que la vida misma de las personas que lo conforman y que además lo perpetúan con cada nacimiento que ocurre. Podría decirse que el Estado tiene vida y su sangre son sus ciudadanos.

El Estado es el espejo de sus ciudadanos; es el reflejo de sus gentes con su historia; de allí que cuando nacemos integrados a él, nos asimilamos con facilidad y lo hacemos parte de nuestra existencia y realidad. Sin embargo este reflejo no es universal. La conformación del Estado está pincelada con la conciencia del grupo de personas que lo manejan, llámese gobierno, lideres naturales, monarquía u otro. Y, es de suponer, que estos grupos dirigen el Estado recostándose a sus intereses, o (suponiendo la neutralidad de sus dirigentes) que lo orientan en función de las decisiones que consideran más idóneas, las cuales – debemos suponer también- deben surgir de su manera de entender la sociedad y de cómo la integran a sus vidas: y es en ese espacio donde habitan los intereses de cada persona.

LUIS XIV

Así pincelado el Estado, cual sábana que lo arropa todo, la sociedad se ve cubierta e influida, irrebatiblemente, por los intereses de quienes gobiernan. Pero estos intereses tienen que mostrarse (y así se observan) de la manera mas sutil posible, de forma que la universalidad y representatividad del Estado no se pierda; porque cuando, por alguna circunstancia, las decisiones de Estado favorecen a una minoría su legitimidad se ve afectada.

El Estado se soporta en su economía, en la capacidad de generar bienestar a sus ciudadanos, y esta capacidad es fundamental para su existencia y permanencia; la manera de generar este bienestar también tiene solapados los intereses de quienes gobiernan. Este interés surge del hecho de que este ejercicio (de cubrir las necesidades de la población) genera riquezas. Entonces, la minoría gobernante tiene acceso y es la que maneja estas riquezas (no se quiere decir con esto que se adueña de ellas, se trata de explicar que tiene la obligación de controlar las mismas).

Un Estado se corrompe cuando pierde su universalidad y su representatividad; cuando solo atiende el bienestar de un grupo minoritario a costa de sacrificar la atención a la mayoría. Cuando eso ocurre, instintivamente las gentes se agrupan y le exigen a este “todo poderoso” Estado su parte, su atención. Porque el ciudadano común y corriente sigue cumpliendo sus deberes (los que se le adosaron al nacer, sin pedirlos ni discutirlos) y siente que no le retribuyen sus derechos.

A veces, cuando la situación es extrema, este hormiguero humano se sale de las leyes, desangra al Estado y lo destruye para luego rehacerlo; pero esta vez, en este Estado que nace, es la gente la que le adosa los deberes al Estado y redefine sus propios derechos; y de nada sirven los intentos y armas que se utilicen para mantener el status quo; hasta la política se convierte en un mero accesorio de las gentes, porque pierde su primacía momentáneamente, mientras se conforma la nueva reorganización; y es el deseo estricto de justicia y verdad, la ideología que orienta las decisiones ha tomar en esta nueva formación del Estado.

En la actualidad la civilización es un enmarañado sistema de Estados que se asocian, se atacan, se reorganizan, implosionan, explotan y hacen ver al hombre como una pieza mas de ese ajedrez de intereses; olvidando que es precisamente el hombre su razón de ser.

El Estado es un invento de la humanidad, de las personas, que ha terminado por superarlas mas allá de sus vidas y de las futuras vidas ha existir, con la excusa del bienestar, a costa de atentar contra su propia sangre que es su gente. Pero también es una institución necesaria e imprescindible en el mundo actual, que se creó producto de años de raciocinio y que existirá, con toda seguridad, hasta el último día de la civilización, cuando sea decretada, por el mismo Estado, su autodestrucción.

Osiris R. Betancourt Bruges.

Punto Fijo, 2 de Septiembre de 2009.

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