Religion

El Merkabá

Merkabá

«De pronto me fijé y vi que del norte venían un viento huracanado y una nube inmensa rodeada de un fuego fulgurante y de un gran resplandor. En medio del fuego se veía algo semejante a un metal refulgente. También en medio del fuego vi algo parecido a cuatro seres vivientes, cada uno de los cuales tenía cuatro caras y cuatro alas. Sus piernas eran rectas, y sus pies parecían pezuñas de becerro y brillaban como el bronce bruñido. En sus cuatro costados, debajo de las alas, tenían manos humanas. Estos cuatro seres tenían caras y alas, y las alas se tocaban entre sí. Cuando avanzaban no se volvían, sino que cada uno caminaba de frente. 10 Sus rostros tenían el siguiente aspecto: de frente, los cuatro tenían rostro humano; a la derecha tenían cara de león; a la izquierda, de toro; y por detrás, de águila. 11 Tales eran sus caras. Sus alas se desplegaban hacia arriba. Con dos alas se tocaban entre sí, mientras que con las otras dos se cubrían el cuerpo. 12 Los cuatro seres avanzaban de frente. Iban adonde el espíritu los impulsaba, y no se volvían al andar. 13 Estos seres vivientes parecían carbones encendidos, o antorchas, que se movían de un lado a otro. El fuego resplandecía, y de él se desprendían relámpagos. 14 Los seres vivientes se desplazaban de un lado a otro con la rapidez de un rayo.

15 Miré a los seres vivientes de cuatro caras, y vi que en el suelo, junto a cada uno de ellos, había una rueda. 16 Las cuatro ruedas tenían el mismo aspecto, es decir, brillaban como el topacio y tenían la misma forma. Su estructura era tal que cada rueda parecía estar encajada dentro de la otra. 17 Las ruedas podían avanzar en las cuatro direcciones sin tener que volverse. 18 Las cuatro ruedas tenían grandes aros y estaban llenas de ojos por todas partes. 19 Cuando los seres vivientes avanzaban, las ruedas a su lado hacían lo mismo y, cuando se levantaban del suelo, también se levantaban las ruedas. 20 Los seres iban adonde el espíritu los impulsaba, y las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. 21 Cuando los seres se movían, las ruedas también se movían; cuando se detenían, las ruedas también se detenían; cuando se elevaban del suelo, las ruedas también se elevaban. Las ruedas hacían lo mismo que ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.

22 Sobre las cabezas de los seres vivientes había una especie de bóveda, muy hermosa y reluciente como el cristal. 23 Debajo de la bóveda las alas de estos seres se extendían y se tocaban entre sí, y cada uno de ellos tenía otras dos alas con las que se cubría el cuerpo. 24 Cuando los seres avanzaban, yo podía oír el ruido de sus alas: era como el estruendo de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso, como el tumultuoso ruido de un campamento militar. Cuando se detenían, replegaban sus alas. 25 Luego, mientras estaban parados con sus alas replegadas, se produjo un estruendo por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas. 26 Por encima de esa bóveda había algo semejante a un trono de zafiro, y sobre lo que parecía un trono había una figura de aspecto humano».

(Ezequiel 1:4–26)

Aproximadamente cien años antes de Cristo, una primitiva escuela del pensamiento judio, centraba su pensamiento y misticismo en El MERKABÁ o Carroza Celestial, fundamentados en el libro de Ezequiel.

«Un texto importante en esta tradición es el Maaseh Merkabah (las obras del carro). La palabra Merkabá (en hebreo: מרכבה), está relacionada con el trono celestial, y el carro de Dios, que aparecen en las visiones proféticas. Está asociada con la visión del profeta Ezekiel, de un vehículo de cuatro ruedas, conducido por cuatro querubines, cada uno de los cuales tenía cuatro alas, y las cuatro caras de un hombre, un león, un buey, y un águila.» (Fuente Wikipedia)

Años y siglos posteriores, multiples escuelas del pensamiento esotérico, sincrético o comercial han usado la figura de este Carro Celestial ancestral,

Se especula que el Merkabá es una fuerza divina que actúa conjuntamente con la energía de nuestros cuerpos, conectándolos magnéticamente y en equilibrio, con el planeta Tierra.Esas concepciones, se desvinculan totalmente del origen judáico de su significado. llegando hasta a desvirtuar su metasentido.

La visión de Ezequiel

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