Letras

Cuando ya no esté. Reconocerás mi sombra (Octava parte) por Luis Homes

Hotel Tamanaco en Caracas

VIII

El Hotel Tamanaco en Caracas, especialmente los días Domingos, es un bonito lugar para distraerse. El área exterior es una piscina grande, espaciosa, rodeada de áreas verdades y una terraza comedor al aire libre. Las sillas blancas de extensión acomodadas alrededor de ella, invitan al descanso con una vista relajante al Ávila. El sol de las doce del mediodía inunda con sus rayos las abundantes nubes del firmamento, en esa ciudad que un día fue llamada la “capital del cielo”. Un joven desde la terraza deleita tocando el teclado con una música venezolana instrumental, sin molestar a nadie con ruidos de discoteca . Comienzan a llegar los huéspedes para el abundante y suculento “brunch” del mediodía, al aire libre.

Un hombre maduro, alto, calvo, de buen cuerpo nada confortablemente en la piscina y sin sacrificio hace una, dos, tres, cuatro, cinco piscinas como si estuviera paseando y meditando en el agua. Virginia llega a la terraza buscando a alguien que no encuentra y el nadador incansable, detiene su nado. Sale de la piscina, se coloca la bata blanca del Hotel, se seca la cabeza y sale al encuentro de Virginia. Con la cara húmeda aún, se acerca respetuoso, le pide excusas por su vestimenta de nadador empedernido, le da un beso en la mejilla y la invita a sentarse en una mesa al aire libre a la espera de secarse por completo.

  • No has cambiado mucho tu hábito de nadar. Te ves muy bien, Ricardo.
  • Y tú también Virginia, que gustazo verte. Te ha caído bien Venezuela.
  • Lo que me ha caído bien es estar lejos de escándalos.
  • Ahhh pero no has cambiado tu cinismo.
  • ¡Nunca! Dijo enfática Virginia con una sonrisa picara, dándole una palmada en el hombro.
  • Pues los escándalos ya no existen, si te refieres al mío y a todo eso que inventaron del narcotráfico.
  • Pues me contenta por ti.
  • Solamente por mi?
  • Anda, que entramos muy rápido a un tema difícil. ¿Por qué no me pides una Polar?
  • Qué es eso? Una Polar?
  • jajajaja jajajjaa, la cerveza de Venezuela, deberías probarla.
  • Claro, si tu lo sugieres.

Ricardo hizo un gesto al mesonero y ordenó un par de cervezas.

Ricardo y Virginia se sentaron y hablaron por un largo rato de trivialidades de Argentina y Venezuela. De los vecinos de allá y de acá. Clima, nuevos restaurantes, devaluaciones en la economía de ambos países y temas políticos que llegaron a ser fastidiosos. Virginia interrumpe.

  • OK Ricardo, ahora si. Luego de tres Polares, puedes ir al grano. Cuéntame que paso?
  • Primero tienes que entender el contexto de quien soy.
  • Ahhh mucho gusto señor Ricardo. Un placer conocerle luego de quince años de haber estado casada con Usted.
  • Por favor Virginia, no seas cínica ni juguetona. No se que pretendes.
  • Si disculpa, continua.

El ex esposo de Virginia respiró profundo y continuó:

  • Todo el que está cerca del poder levanta envidias y comienzan a tenderte trampa por todos lados, inventar historias, conjeturas. El Presidente me había venido observando y tomando nota del cumplimiento de mis responsabilidades en la Comandancia. Ordenó revisar mis credenciales, se dio cuenta del lugar de mi promoción, de mi participación en la Guerra de las Malvinas y pues quedó gratamente impresionado.
  • Eso ya lo sabía. Yo estaba allá. – Interrumpió Virginia.
  • Virginia, vengo desde Buenos Aires a hablar contigo y no me dejas hablar.
  • Si disculpa. Solo quiero que me digas cosas que no sé. Estoy ansiosa.
  • Bueno, pero deja que hable a mi manera. Al menos por respeto a mi viaje. Porque hubiéramos podido tener esta conversación por Zoom.
  • Si, disculpa nuevamente. Continúa por favor.
  • Y pues, yo traté de poner orden en muchas cosas una vez que el Presidente me nombró su Jefe de Seguridad, encargado además de la casa Presidencial y de su familia. Lo primero que le recomendé al Presidente era que todos los ministros debían hacer cita para hablar con él. Y que no se aparecieran en el Palacio a cualquier hora sin cita con la excusa de que podían esperar. Ni que era un asunto demasiado urgente. El palacio se la pasaba como un mercado, ministros peleando entre ellos para hablar con el Presidente.
  • Y el Presidente delegó la agenda en ti?
  • Pues no en mí directamente, si no en una secretaria de alto perfil que seleccionamos los dos. Yo tampoco esperaba que delegara ese trabajo en mi, no estoy para eso. Pero yo sugerí muchos cambios, por temas de seguridad y aceptó la mayoría, por no decir todas. Comencé a ser una piedra en el zapato para todos. Y empezaron las estrategias de los ministros y gene de su entorno para sacarme del camino. Me averiguaron mi vida privada. Sabían al detalle nuestra vida, la tuya y la mía. Y lógicamente no consiguieron nada que no supiéramos.
  • Entonces que paso. ?
  • Allí es donde entra el juego sucio. Se enfocaron en mi hermano gemelo, Francisco.
  • Ayyy Dios mío ! ¡Qué sucia es la política ! Exclamó Virginia. Y respirando profundo agrego: Pues allí si que se conseguirían con una caja de pandoras.
  • Así es ¡ Y pues ya sabes sus debilidades. Es un flojo, nunca ha trabajado. Siempre ha querido vivir de la familia. Restaurantes, mujeres, buena vida sin producir, etc., etc.
  • Y que paso.?
  • Pues lo siguieron en todos sus pasos y le tendieron varias trampas de negocios sucios. Lo invitaban a viajes en yate, vuelos en aviones privados, se tomó foto en campamentos con gente de dudosa reputación y comenzaron a filtrar esas fotos a personas ligadas a la Corte Marcial, haciendo ver que era yo y que estaba involucrado en esas cosas… Pero mira, esta historia es larga y quiero mostrarte fotos. Necesito cambiarme y bajar de la habitación las cosas que quiero mostrarte. Te parece?
  • Si claro.
  • Pero ven, entremos y me esperas acá adentro en el Lobby. Me baño, me cambio, bajo lo que te quiero mostrar y almorzamos en el Restaurant de adentro, te va a encantar. Tienen buena selección de vinos, incluyendo argentinos.
  • Si claro, me encantaría. La cerveza me dio hambre. Vamos y yo te espero en el Lobby.

Ricardo y Virginia caminaron hacia el interior del hotel. Entrando al Lobby se encuentran con el Dr. Fernández, quien llega apresurado a sus acostumbradas citas con sus compañeros. Virginia y Fernández se miraron sorprendidos por ese encuentro inesperado. Por instinto, Ricardo se acomodó la bata de baño, queriendo saludar a alguien que no esperaba en el camino.

  • Hola Dr. Fernández, que sorpresa, como esta? , se adelantó Virginia.
  • Si, sorpresas te da la vida, como dice la canción.
  • Mire le presento a …..
  • Mucho gusto Ricardo Ballestrinni.
  • Encantado, José Ramiro Fernández.
  • El Dr. Fernández es un psiquiatra muy conocido, dijo Virginia aun consternada por la sorpresa.
  • Si, muy conocido acá en el Tamanaco, – dijo Fernández en tono jocoso.- Bienvenido Sr. Ballestrinni. Les dejo que vengo a almorzar con unos amigos y deben estar esperándome.

Y adelantó su paso a la terraza, sorprendido y perturbado por el encuentro.

Luis Homes

2 Comentarios

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *