Letras

Cuando ya no esté. Reconocerás mi sombra (Segunda parte) por Luis Homes

«Las citas entre Virginia y Fernández se fueron repitiendo…»

Cuando ya no esté. Reconocerás mi sombra

II

Virginia Sánchez es una mujer brillante y alegre. De una inteligencia rápida, única. Es una de esas mujeres que cuando uno la ve, sabe que está en presencia de alguien especial. Además, su cuerpo y figura la ayudan. Es diminuta, pequeña, blanca, de pelo corto a los hombros, tiene un cuerpo como de muñecas, pero con senos duros y perfectos, recordando su pasado de gimnasta y de bailarina de ballet.

En Argentina se graduó de sicóloga social, después en Ciencias Políticas, condujo un programa de entrevistas en televisión con un envidiable ranking y tuvo además una academia de modelaje. Pero su vertiginosa carrera se vio impedida cuando su ex marido militar estuvo involucrado en un oscuro escandalo de trafico de drogas que ella desconocía por completo. Y tampoco quiso averiguar en detalles. Así que, sin hijos y con edad madura para comenzar de nuevo, decidió divorciarse y partir a Venezuela, donde unos amigos le ofrecieron alojamiento temporal.

Virginia conoció al Dr. Fernández porque ella estaba interesada en homologar su titulo de sicóloga en Venezuela y el Dr. formaba parte de una comisión de revalidas de la Universidad Central. Se vieron varias veces en las oficinas de la UCV, discutieron las opciones profesionales, revisaron títulos, acomodaron y rehicieron su resumen curricular, intercambiaron tarjetas, teléfonos y desde el primer momento hubo entre ellos una identidad profesional y personal.

En algún momento el Dr. Fernández pensó que Virginia podría ayudarlo en su consultorio, pero desistió de la idea porque con seguridad, la personalidad extrovertida de ella crearía roces con su eterna secretaria Mercedes y el discretísimo y fiel chofer Herminio.

Las citas entre Virginia y Fernández se fueron repitiendo siempre con la excusa de la homologación del titulo, en cafés, restaurantes, conferencias universitarias dentro y fuera de Caracas, hasta que sin darse cuenta, estaban los dos haciéndose compañía y dialogando como dos almas gemelas.

Creo que me estoy enamorando de ti, Virginia
Ahhhhh, eso es problema suyo Dr. Fernández. Yo lo amo, yo lo adoro, creo que no puedo vivir sin usted, pero enamorada suyo, pues la verdad no estoy. – Y soltaba la carcajada, le apretaba la cara entre sus manos y le daba un beso en la boca.

Esas eran las cosas que al Dr. Fernández le gustaban de Virginia. La candidez, la alegría, la audacia, el atrevimiento en medio de una relación aparentemente profesional y solmene. A duras penas el Dr. Fernández había logrado que Virginia no lo llamara “doctor” , ni lo tratara de “usted” a lo que ella le había dicho:

Pues solo te voy a llamar Fernández, porque seguro que José, Cheo o Ramiro, te llamaba tu ex. Y Fernández solo te voy a llamar YO y volvía a soltar la carcajada, dándole una palmada y un pellizco en la nalga.
Si no va a comer, no toque – Respondía Fernández con cierta timidez.
Pues si, que si quiero comer, pero primero el aperitivo – decía Virginia desabotonándole con delicadeza la camisa recién almidonada en tintorería, hasta que terminaban en la cama de un lujoso motel.

Durante mucho tiempo nadie supo de la relación de Virginia y el Dr. Fernández. Es posible que ni ellos supieran que tenían una “relación” . Principalmente se buscaban para conversar, animarse unos a otros, incluso para hacerse consultas profesionales entre si, con el compromiso reciproco que mientras estuvieran en “sesiones” solo se tratarían como pacientes uno del otro y se darían el mejor consejo profesional posible. Pues eso, aparentemente les funcionaba.

También Fernández y Virginia habían acordado no hablar de sus respectivos “exs”, salvo cuando fuera para “sanar heridas” que cada uno tuviera muy arraigadas. Virginia le había dicho al doctor, en su inmensa sabiduría:

Tu tienes tu historia, seguro bonita y agradable con tu ex esposa. Y yo tengo la mía con mi ex esposo. Vamos a honrar esa historia intima y personal de cada uno; y al mismo tiempo los honramos a ellos por su presencia en nuestras vidas. Lo que paso después, el divorcio de cada uno, es la terminación natural de una etapa. Porque todo nace, crece y muere. Incluso el amor. Ahora vivamos el presente. Te parece?. Y levantaba una copa de vino tinto para brindar.

Ramírez se quedaba callado, perplejo de tan simples conclusiones. Levantaba la copa y ambos se entregaban al deleite de una buena comida.

Cuando el doctor ya no estaba en la vida de Virginia, ella se interesó en publicar su historia. También para honrarla. O para que nadie le pasara lo mismo.

Luis Homes

4 Comentarios