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LIBERTAD. Por Maria Concepción Mendoza Torres

Flor Xerófita


Le conoció una tarde de un día cualquiera, ella salía de su trabajo, era vendedora en una tienda de ropa para damas. Era su hora de salida, cuando el entro con una sonrisa fresca, pidiendo ser atendido, no le quedó más remedio que posponer su salida de la tienda, pues el vendedor que había quedado le pidió su apoyo, ya que estaba atrapado con una de esas clientes que todo lo piden y nada se llevan; ella al ver el rostro de su compañero con ese “gesto” de “ayúdame”, no le quedó más remedio que atender al cliente que acababa de entrar y se dirigió hacia donde él se encontraba esperando ser atendido..
Buenas tardes, le dijo ella con mucha amabilidad
¿En qué le puedo ayudar?
El respondió: buenas tardes- observando el local como buscando algo especifico.
La tienda era un local situado en el centro de la ciudad, muy cómoda , tenía una gran variedad no solo de ropa, sino también bisutería y artículos de cuero, como carteras,monederos,cinturones para damas .
Ella le volvió a preguntar
¿En qué le puedo ayudar?
Él dirigiendo su mirada hacia ella, le respondió:
veo que está muy bien surtida la tienda, estoy buscando algo, un regalo, un detalle para alguien muy especial
¿Su esposa? ¿Su madre? ¿O su hija o hermana? peguntó ella con un poco de temor, pues al observarlo bien, se dio cuenta que el individuo no era de la ciudad, primera vez que lo veía y tal vez a él no le gustase ese tipo de preguntas. Él con su sonrisa fresca muy amable le respondió:
No, no es para mí, es para la esposa de mi jefe, pronto cumplirá años y me encargo buscarle algo muy especial, ella es una señora “muy coqueta” a pesar de su edad ya rondando los sesenta es muy elegante y tiene un gusto exquisito por las cosas, decía el individuo.
Ah, ok, comprendo, responde ella, y ¿qué le ha gustado de aquí? pregunto ella
Él le respondió: Tus ojos
En realidad ella era una joven de estatura promedio, delgada, cabellos negros largos y unos ojos color miel, que hacían juego con su piel blanca.
Ella se sonrojo, bajo la mirada y le respondió con un poco de incomodidad, le pregunté: ¿de la mercancía que hay en la tienda que le gusta o le gustó?
Él se sonrió de nuevo y le dijo: discúlpame, no quise incomodarte, quería ser agradable, y continuó, ahora soy yo quien te preguntó, ¿qué le regalarías a una persona un poco mayor, muy coqueta y elegante?, por la descripción que hizo el cliente de la señora, ella se la imaginó más o menos como su jefa, una señora de finos modales, muy educada, a quienes todos respetarían y apreciarían. Ella se dirigió hacia una parte del local, donde estaba una variedad de bolsos de cuero, había un bolso de mano muy delicado, de piel muy suave y de color caramelo, ella lo tomó se lo llevó al cliente y a él le pareció muy buena la elección, ahora faltaba que le gustase a su jefe.
Él quedó de regresar al día siguiente, con su jefe para concretar la compra del bolso. A ella le pareció bien, ojalá y se concretara, así, seguiría subiendo su record de ventas. Esperó que el cliente se alejase, terminó de ayudar a su compañero en acomodar algunas cosas de las que el cliente que él atendió por supuesto no se llevó.
Salió de prisa, se le iba a hacer tarde, para tomar el transporte que la llevaría a su casa. Se sentía cansada había sido un día muy agotador, y ya la rutina que tenía de salir de su casa al trabajo y del trabajo a la casa sentía que la estaba asfixiando, pero al mismo tiempo ella no quería a veces ni salir de su casa.
Estuvo un rato esperando en la parada de transporte y por supuesto , ya había pasado el que ella siempre tomaba, decidió caminar, era un trecho más o menos largo, pero el deseo de llegar a su casa era más fuerte, que empezó a caminar. Cuando llevaba ya varias cuadras, sintió que un vehículo le seguía, continuó caminando tratando de acelerar el paso pero sin que se notará que estaba nerviosa, sentía que el carro se le estaba acercando muy rápidamente, de pronto el carro se estacionó frente a ella, ella sintió un frio en su estómago y ya esperando lo peor, cerro sus ojos…
se sorprendió cuando escucho la voz de alguien que la invitaba a subir al auto, no lo podía creer, era el cliente, ese individuo de sonrisa fresca y mirada serena que ella había atendido.
Buenas noches, le dijo él ¿la puedo llevar a algún sitio? ¿a su casa?
Ella no sabía que responder
Él le volvió a preguntar, ¿la puedo llevar a su casa?
Ella dudaba y a la vez quería aceptar, pero era un perfecto extraño, pudo más su cansancio y aceptó, se montó en el vehículo y le explico hacia donde se dirigía, donde quedaba su casa.
Le extrañó que a pesar de no ser de esa localidad, él se desenvolvía como si la conociese de antes.
El rompió el silencio, no nos hemos presentado, mi nombre es Fabio ¿y el tuyo cuál es?, ella le respondió: Lucia
¿Vives hace mucho tiempo por aquí? prosiguió él preguntando, ella respondió: ¡casi toda la vida!.
¿Y tú no eres de aquí?, le preguntó ella.
Si, tienes razón, no soy de aquí, pero estaré un buen tiempo por cuestiones de mi empleo.
Ella estuvo tentada a preguntar a que se dedicaba, pero prefirió callar.
Ambos guardaron silencio, ya estaba llegando a su casa, le agradeció el gesto de traerla y él solo le dijo: hasta mañana Lucia.
Entró a su casa, subió a su habitación, se echó en la cama, se sentía demasiada cansada, no entendía que pasaba con ella , su cuerpo lo sentía pesado, quizás el encerrarse en sí misma , guardando ese dolor, y solo dedicarle tiempo y espacio a su trabajo ya le estaba pasando factura. Sentía ser prisionera de sí misma.
Hacía dos años que su esposo había muerto, estaban recién casados, con muchos planes para realizar juntos y de pronto por una tragedia todo había quedado ahí…. Los recuerdos le asaltaron y estuvo llorando toda la noche, quizás hasta que del cansancio se durmió.
A las 6:00am salto de la cama, se bañó, se arregló para ir a trabajar, bajó a la cocina a prepararse algo para el desayuno, aunque no tenía muchas ganas. Su madre, ya había bajado y la estaba esperando para desayunar, le preocupaba la situación emocional por la estaba atravesando su hija y de la que al parecer no quería salir. Se sentó a la mesa tomó algo de desayuno y luego salió rumbo al trabajo.
Llegó a su trabajo y se dispuso a iniciar sus labores, iba a empezar a hacer unos arreglos para unos obsequios que ya se habían vendido para unos quince años, escucho abrir la puerta de la tienda, pero no levantó la vista para ver quién era, pues su compañera de turno estaba allí con ella, y cualquier cosa ella se encargaría de atender al cliente.
Al escuchar la voz, ya familiar, de quien saludaba dando los buenos días, levantó la mirada y se encontró con esa sonrisa y ella le correspondió, diciendo: ¡buenos días!.-
Buenos días Lucia. Le dijo con tanta familiaridad como si se conociesen desde hacía mucho tiempo, aquí estamos, mi jefe y yó, como te lo prometí ayer.
Ella trajo el bolso y él lo tomó y se lo mostró a su jefe, la felicitó y procedió a cancelar, ella le dijo si quería que se lo envolviera y el accedió gustoso.
Se despidieron con un hasta luego.
Pasaron los días, las semanas, su rutina era ya demasiado simple y ella se sentía como prisionera, pero no sabía cómo escapar.
De Fabio no había vuelto a saber, aunque a veces sentía como si el vehículo que él manejaba la siguiese, pero después se decía, que eso era solo suposiciones de su mente, aunque no estaba del todo equivocada, él pasaba por los alrededores de su trabajo, de su casa, de la parada, buscando la excusa de verla y hablarle, pero por alguna razón no coincidían esos encuentros.
Ese día, el menos pensado, Fabio se presentó de nuevo en la tienda, llegó hasta donde ella se encontraba acomodando una mercancía que había llegado nueva, la sorprendió con un café, le dijo sonriéndole, esto te lo envía mi jefe en agradecimiento, a su esposa le encantó el regalo y quedo de venir a ver qué otras cosas había aquí que le gustasen. Ella le agradeció el café y quedó de esperar a la señora y atenderla muy bien. Ella al ver que aun él se quedaba allí, como esperando algo, le preguntó si quería algo mas o si se le había olvidado algo, Él le respondió, solo quiero invitarte a cenar, ella como autómata dijo: si-. Él se alejó quedando buscarla a la hora de la salida. De pronto ella cayó en cuenta de lo que había hecho y quiso desistir de esa salida, pero no tenía el número telefónico de él, ¿Cómo hacia? y ¿ahora?, se decía.- Estaba hecha un mar de nervios. Su compañera de trabajo al verla toda inquieta le preguntó que le pasaba, ella le contó lo que sucedió, a lo que su compañera le respondió: _ no has hecho nada malo, es solo una salida, anda con cuidado, a un sitio que tú conozcas y que quede cerca de tu casa, así si salen mal las cosas, sales corriendo. Ambas rieron y así ella se calmó un poco.
Fabio llegó muy puntual, le preguntó dónde quería ir, y ella recordó el consejo de su amiga, le sugirió un sitio muy cerca de su casa que ella frecuentaba con Carlos, su difunto esposo, al llegar al sitio este estaba muy lleno, era casi imposible que les atendiesen pronto. Ella se quedó como aturdida, muchos recuerdos de pronto agolparon su mente, que casi se alegró cuando Fabio le dijo que allí iba ser difícil cenar. Él le sugirió un sitio un poco más allá de su casa, era recién aperturado y ya él había estado allí con sus jefes. A ella le pareció un sitio muy acogedor y no se extrañó de no conocerle, pues claro, ella hacía dos años no hacía vida social con nadie.
Se sentaron en una mesa un poco apartada, y mientras cenaban se empezaron a conocer, él le hablo de su empleo, era un guardaespaldas de un importante directivo de una compañía de telecomunicaciones que pensaba abrir sus puertas en esa ciudad, que era un tipo soltero y que le agradaba esa ciudad para fijar su residencia allí. Ella se sintió muy a gusto con la conversación y con la compañía, que cuando le tocó a ella hablar de su vida, le contó lo de su esposo, su asesinato y como esto le había marcado su vida, le comento que en este momento ella vivía con su madre, pues su padre hacia años había muerto y sus hermanos Vivian fuera del país.
Terminaron de cenar, ella ordenó una pizza para llevarle a su madre, quien estaría ansiosa esperándola, como si ella fuese una adolescente que salía a su primera cita. Se despidieron, agradeciéndose mutuamente el haber pasado una noche diferente. Al entrar en la casa, la madre de Lucia no dejaba de hacer preguntas, intrigada por el acompañante de su hija, ella solo sonrió, la besó en su mejilla y subió a su habitación.
Esa noche Lucia durmió plácidamente, el haber sacado a flote su dolor, quizás la compañía de ese hombre tan agradable y con esa sonrisa tan fresca le había ayudado a ir encontrando una salida a su encierro.
Despertó con un brillo especial en su mirada, su madre lo notó pero no quiso comentarle nada para atropellar el momento, como todos los días desayunaron, pero esta vez, si desayunaron no hubo prisa y miradas evasivas, esta vez, como no sucedía en mucho tiempo si se compartió el desayuno entre madre e hija.
Llego puntual a su trabajo y allí la esperaba su compañera, ansiosa por saber que había pasado, ella solo sonrió y esta vez de manera real su sonrisa sonó a picardía, respondiéndole todo normal.
Fue un día muy agitado en el trabajo, pero parecía que las horas volasen y a la hora del almuerzo, sonó el teléfono de la tienda, ambas chicas se sorprendieron nadie sabía que ellas estaban ahí, al levantar el auricular mayor fue la sorpresa, era Fabio invitando a Lucia a almorzar, almorzaron, casi todos los días, fueron muchas las salidas, muchos los encuentros, ella comenzó a ser otra y sintió como, desde esa tarde que él entró con su sonrisa fresca, comenzó para ella su libertad.

Maria Concepción Mendoza Torres

«Llamar su atención» Roberto Carlos

6 Comentarios

  • Maria

    Gracias a ti, por la oportunidad y me akdgra saber que alguien se vio reflejada en esa pequeña historia, así nacen las buenas historias, de grandes amores

  • Cecilia jimenez

    Hermoso y fresco escrito de un amor inocente y puro…me lo tomé para mi pues aunque no lo creas mientras leía, narrabas mi historia de cómo conocí a mi pareja.
    Me quedo con la flor, los ojos marrones, la cara sonrojada de la dama (yo), La vendedora de ropa (así comencé a trabajar) el nombre de Carlos (que aunque no fue el nombre de mi esposo así se llama mi hijo. El duelo de una pérdida temprana y por último, uno de mis favoritos… Roberto Carlo… y hasta me robé tu… “te amo” gracias por esa flor !!

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