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Por allí está el Licenciado (Relato de Migrantes en Serie): “XIV. EL Rescate”. Por Luis Enrique Homes

Hospital

XIV. EL Rescate


Cuando todo era una absoluta calma, silencio y larga espera en el hospital, se escuchó de pronto un tropel de gente, como un ejército alborotado e invasor que se acercaba a la sala de emergencia. Al escuchar las voces alteradas y nerviosas, todos pensaron en una tragedia en el pueblo. Un accidente de tránsito. Una balacera entre las mafias, frecuentes los fines de semana. La jefe del servicio de emergencia, una joven médica recién graduada y acabada de llegar de otra ciudad, se acercó a la puerta, pero esta se abrió con tal fuerza que ella tuvo que dar pasos atrás para evitar ser abatida.
“Dónde está mi hijo, díganme donde esta mi hijo” dijo el licenciado en voz alta y varios hombres encabezados por el guardaespaldas grandulón, se postearon de frente en los cubículos de emergencia, abrieron las puertas, las cortinas de los vestíbulos como buscando a alguien, asustando a los enfermos que estaban a la espera de atención.
La jefa del servicio salió al frente. “Cálmese señor por favor. Nosotros no hemos recibido a ningún hombre acá hoy. Todos los que están acá son mujeres y personas mayores. Dígame como se llama su hijo. “Pues Orlando Lara como yo”. “Pues no ha llegado nadie con ese nombre”. “Ya voy a llamar al Director de esta mierda, porque yo se que Andrea está acá” . Y sacó su teléfono con furia y comenzó a marcar. Cuando el licenciado mencionó el nombre de Andrea, las enfermeras se dieron cuenta a quien se estaba buscando.
“Disculpe, si usted está buscando a la joven Andrea, ella está en quirófano, pero llego bien aca. No debería tener problemas en su cesárea. Solo que perdió mucha sangre y hubo que actuar pronto. Usted que es de ella, su papá? Se atrevió a decir la joven médico” “Yo soy el papá, pero del muchacho y mucho cuidado si a él le pasa algo” El hombre hablaba en tono amenazante, y no dudó en expresarlo abiertamente: “Dígale a los doctores que mucho cuidado, yo voy a estar pendiente a ver qué es lo que va a pasar acá”. La directora del servicio estaba asustada, temblando, sin saber que hacer, hasta que una enfermera le aviso que el Director la estaba llamando al teléfono.
El licenciado se volteo a sus guardaespaldas y les dijo, señalando a Ignacio que estaba en la puerta: “Llévense a ese mocoso de acá, que ni se acerque a Andrea, ni por la casa. Que no esté buscando lo que no se le ha perdido” Y a empujones sacaron al joven pálido de miedo, sin entender nada de lo que estaba pasando.
Rosa y Jacinta temerosas, estaban como pajaritos angustiados en el cubículo de emergencias. Ninguna se atrevía a salir. La puerta que conduce al quirófano se abrió y se escuchó el llanto fuerte de un niño. Rosa salió al encuentro de un enfermero con el niño en brazo. Le pidió que si lo podía cargar y el enfermero asintió. Ella tomó el nino envuelto en cobijas amarillas, lo apretó en su pecho y dijo con las lágrimas en sus ojos: “Gracias Señor de la Divina Misericordia”. Volteandose al enfermero le dijo. “Y como esta mi hija? “Esta bien, pero necesita descansar, fue un trabajo delicado y perdió mucha sangre”. Pero va estar bien, es joven y valiente. ”
El licenciado se acercó nervioso al grupo. “Rosa déjeme ver una cosa”. Como pudo, le quitó al niño la cobija amarilla, de abajo hacia arriba hasta verlo completamente desnudo. Con sus manos le jurungo al niño el diminuto pene y los testículos y gritó en medio de la sala: “Es un macho carajo” . Dio la vuelta y se fue a pasos agigantados. Y detrás de él, los guardaespaldas. El niño abrió los ojos del susto y volvió a llorar, esta vez más duro.
Afuera se escuchó una gritería de júbilo. Pusieron una música estruendosa y emprendieron en caravana el rumbo a la nueva casa. Las cornetas alteraron la tranquilidad dominical del pueblo. Al llegar a la casa, el licenciado ordenó continuar la fiesta.

Luis Enrique Homes

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