Música

101 aniversario del Benny

▲ Benny Moré en una imagen fechada el 17 de noviembre de 1949, dedicada a su ahijado.

» Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, conocido como Benny Moré, apodado «el Bárbaro del Ritmo»​ y «el Sonero Mayor de Cuba», nació el 24 de agosto de 1919 a las 7:00 a. m. en el barrio Pueblo Nuevo del poblado de Santa Isabel de las Lajas perteneciente a la jurisdicción de Cienfuegos. Sus padres fueron Virginia Moré y Silvestre Gutiérrez, era el mayor de 18 hermanos. Por la rama materna la familia Moré estaría muy ligada al Casino de los Congos del barrio La Guinea, pues el apellido Moré provenía de Ta Ramón Gundo Moré (esclavo del Conde Moré), quien según la tradición de los congos, fue su primer rey en Santa Isabel de las Lajas.

La historia familiar contaba que el rey congo había establecido relaciones amorosas con la esclava Julia Moré, también propiedad del conde Moré, con la cual tuvo una hija llamada igualmente Julia, que a su vez tuvo otra hija no reconocida por el padre, nombrada Patricia igualmente con el apellido Moré. Al intimar esta con un acaudalado español nacieron cuatro hijas, también «bastardas», entre ellas Virginia Secundina Moré, madre de Bartolomé Maximiliano, tampoco reconocido por su progenitor. Con el valioso aval de tener como antepasado a figura tan ilustre como Ta Ramón Gundo Moré, primer rey que tuvo el Casino de los Congos la cofradía fundada en el siglo XIX por un grupo de negros Congos libertos, traídos mucho antes del África Central y Occidental, Bartolomé Maximiliano Moré recibiría de ellos un especial reconocimiento por la jerarquía de su origen familiar.

Allí el niño recibió una influencia determinante para su futura carrera como músico, con ellos no solo aprendió a tocar el insundi, los tambores de yuka, los de Makuta y Bembé, invocadores de deidades (Orishas), con los cuales cantaba y bailaba a la perfección, sino también a interpretar el son, la guaracha y la rumba. Según su madre Virginia, desde pequeño demostró una gran vocación para la música, pues se pasaba todo el día «chillando como un demonio» una canción de moda o improvisando y dirigiendo conjuntos compuestos por machetes, bongoes hechos con latas de leche, guitarras fabricadas con una tabla y clavos con las cuerdas de hilo de cocer, dos palitos a manera de claves, etcétera. Con ellos se acompañaba sones, boleros y Tonadas campesinas creadas por él, y a los diez años de edad «rallaba» un tres «de verdad» que le habían prestado, con el cual se escapaba de su madre a las fiestas cercanas a su casa.

Benny Moré

Siempre se le podía encontrar de pie sobre una mesa cantando y versando un son manigüero, rodeado de oyentes. Transcurrió la infancia y adolescencia de Bartolomé, sin oportunidad de estudio o de empleo fijo. La gran estrechez económica familiar no le representó a la laboriosa Virginia un obstáculo para que sus hijos aprendieran las primeras letras. Al igual que su hermano Teodoro, Bartolomé fue matriculado en la Escuela de Instrucción Pública José de la Luz y Caballero, donde siempre se destacó por su disciplina y aplicación.

Desde los siete años Bartolomé se distinguió por su clara y natural inteligencia para las matemáticas y la lectura, y su letra era una de las mejores de su clase. Con el tiempo, y el nacimiento de otros hermanos menores, aumentaron las obligaciones familiares, y Bartolomé, por ser el mayor, tuvo que dejar la escuela al finalizar el cuarto grado. Era necesario ponerse a trabajar en el campo en tareas como chapear, y sembrar y recolectar productos agrícolas. Desde muy jovencito se vio obligado a trabajar la tierra y, a la vez, estimular y recrear con sus cantos a los demás, con su ingeniosa facultad como repentista. La voz potente y aguda del mulatito delgado, inquieto y vivaracho, era conocida a todo lo largo y ancho del humilde barrio de La Guinea.

En 1930 Bartolomé contaba once años de edad. Por esa época Virginia Moré se fue en busca de trabajo, al Central Vertientes (hoy Panamá), en la provincia de Camagüey, mientras Bartolomé y su hermano Teodoro se quedaban bajo los cuidados de su abuelo, en Santa Isabel de las Lajas. Una noche los niños, extrañando a su madre, y por iniciativa de Bartolomé, se escaparon hacia Camagüey con el firme propósito de verla y ayudarla en su trabajo como lavandera de varias familias pudientes del lugar. Bartolomé cooperaba con ella en todo: recogía y repartía la ropa, después de lavada y planchada, y hasta se quedaba despierto en las madrugadas, según él para evitar que Virginia se durmiera y se quemara con la plancha de carbón. Desde esa época, la vida de los Moré no dejaría de estar vinculada a la provincia de Camagüey, especialmente al Central Vertientes, donde logró encontrar trabajo como suplente, con estancias más o menos prolongadas en Santa Isabel de las Lajas y La Guinea, donde seguía residiendo el resto de la familia.

Inicios en la música

Cantante cubano Benny Moré.

Desde pequeño descollaron en él aptitudes para el canto y la improvisación, lo que demostró cuando apenas con siete años escapaba para amenizar Guateques y fiestas en las cercanías y quedarse entonando notas junto a la madre para evitar que durmiera mientras planchaba hasta altas horas de la noche. A medida que fue creciendo, los primeros compañeros artísticos que tuvo Bartolomé Maximiliano fueron José Luis BolívarBlas OlamoEnrique BenítezJulio EscharriManolo MenaVíctor Landa, y Alejandro Castellanos, con quien perfeccionó la manera de tocar el tres y la guitarra. Junto a ellos participó en serenatas, enamoró mujeres y se aficionó a los tragos de ron y aguardiente de caña. Sin abandonar su labor como carretillero en el Central Vertientes, integró de forma un poco más profesional, con varios jóvenes, el Conjunto Avance. Más tarde, y como un desprendimiento del mencionado conjunto, se organizó un trío con Cheo Casanova (voz prima y guitarra segunda), Enrique Benítez (voz falsete y guitarra prima) y Bartolomé Moré (voz segunda y maracas).

El año 1935 fue para Bartolomé Maximiliano Moré un año feliz porque logró formar parte del grupo musical a través del septeto y por primera vez, el pueblo puede apreciar su voz, donde actuó como cantante. No conocía de música, pero poseía las condiciones innatas de un genio. Después de unos siete meses, regresa a Lajas, y decide ir para La Habana a mediados de 1936, ocasión en que se vería obligado, junto a su tío Tomás Armenteros, a vender frutos y hierbas medicinales por los portales del Mercado Único de La Habana. Luego de permanecer alrededor de seis meses en la capital retorna a Santa Isabel de las Lajas y se encuentra con su fiel seguidor, su hermano entrañable Teodoro. Ambos parten nuevamente para las tierras agramontinas donde se dedican al corte de la caña en la colonia «Las Marías» del central Yaguayal, próximo a la ciudad de Ciego de Ávila. De aquí los Moré pasaron al Central Vertientes, donde trabajaron de pareja en el corte, en la colonia Guano Alto. Agobiado desde su infancia por las injusticias de un medio adverso y ante un horizonte incierto el joven Bartolomé decide una vez más echar su suerte en La Habana, pero ahora lo hará decidido a demostrar las dotes de que se sabe poseedor.

Con casi veinte años de edad, en 1940 Bartolomé se despidió de su madre en el Hotel Ritz del Central Vertientes, donde ella trabajaba, y viajó escondido, indistintamente, en un tren y en un camión, a la Ciudad de La Habana. Antes de llegar a la capital se bajó en el pueblo de Catalina de Güines, y, sin conocerlo, se presentó al popular cocinero El Congo, creador de unas famosas butifarras e inspirador del conocido son Échale salsita, de Ignacio Piñeiro. El Congo, al verlo tan joven, flaco y hambriento, le dio de comer y le ofreció algún dinero para que pudiera seguir hasta La Habana.

Llega a La Habana este joven flaco, desgarbado, con aquellos dos colmillos que hacían más simpática su risa para iniciar un peregrinaje por las calles habaneras que durará casi cuatro largos años. Venía definitivamente a probar fortuna a la bulliciosa ciudad. Desde entonces se le vería por el célebre barrio de Belén, con una guitarra comprada en una casa de empeños, deambulando por cafés, bares, hoteles, restaurantes, y hasta prostíbulos. También actuaba para los turistas, en los muelles de La Habana Vieja. De vez en cuando se daba una vuelta por el Cabaret Panchín, de la Playa de Marianao, para oír cantar a Pachito Reset. En sus momentos de soledad, aún recordaba lo que antes de partir le había dicho a su madre Virginia: «Me voy para La Habana a ver si triunfo en la música, para que tú no tengas que lavar y planchar más.» «.

EcuRed

Hoy lo recordamos en Al Margen del Tiempo.

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