Opinión

APARENTEMENTE. Olimpio Galicia Gómez

Espejito… espejito

APARENTEMENTE

Veíamos en un vídeo, de los tantos que circulan en las redes, a unas muchachas de una ciudad de un país africano, que usan unas cremas para blanquear su piel, porque, sintiéndose menos negras, se creen más bonitas. Las cremas en cuestión son productos químicos elaborados en Europa y USA, y allí, en el África, se está masificando su comercialización, a pesar que se ha comprobado, en la práctica, que tiene graves consecuencias, a mediano plazo, para la salud de quienes la usan.

Por toda una serie de situaciones, bien sea por la alienación por los medios, tergiversación de los valores culturales, baja autoestima, poca identificación con las virtudes de su medio social y otras formas de asumir la realidad, hacen que los humanos busquemos apreciar lo que no somos y así creernos mejores, superiores o por lo menos iguales a los que están mejor favorecidos económica y socialmente.

Recordaba la anécdota de un amigo que nos decía que su vecina un día amaneció montando en un camión los corotos de su casa, mientras gritaba a todo pulmón que se mudaba de ese barrio inmundo, de esa porquería de calle con tan malos vecinos, que ahora iría a vivir a una urbanización donde estaban los de su clase. La vecina se fue, pero a los tres meses volvió con el mismo camión cargando la corotera a la casa donde había jurado no volver.

Resulta que una familia de la alta alcurnia había viajado al exterior y le dejaron la casa «al cuido» a la señora de nuestro relato. Los dueños de aquel hogar soñado regresaron, y, con el rabo entre las piernas, la vieron llegar a convivir nuevamente con la chusma.

Las apariencias engañan, así dice el dicho, porque el estado original de las cosas, cuando menos se espera, sale a relucir, y en nuestro medio social, donde impera la vanidad, la carencia de escrúpulos a la hora de robar, hacer trampas, engatusar a cualquiera con tal de tener beneficios de lucro, buscando la forma de aparentar, por las buenas o por las malas, que eres de los que están arriba, que no me importa cómo pero me voy a vivir al norte y encontrar el sueño americano; que me visto, como, bebo en los sambiles; que mis amigas se parecen mucho a aquella «sin par de Caurimare».

Todo esto lo pudiera definir bien, cualquier estudioso del caso, como un complejo de inferioridad que padecen los que creen en la vana superioridad del ser humano.

Para ser franco, aquí entre nos, debo confesar que a mi también me ha afectado este mal, porque más de una vez me he creído un artista consagrado; un poeta de fina prosa e impecables versos; un ingenioso con las manos y con la imaginación y, engreído, me he sentido a la par de Picasso y de Cortázar, para después terminar reconociendo que he sido salpicado por la vanidad del sistema, que me ha llevado a hacer el ridículo con esa pose para ganarme la antipatía y el rechazo de los que sí son, y con mi petulancia representar un acto que no pasó de ser cinismo y una pobre bufonada, por lo que debo conformarme con ser el simple, sencillo y humilde personaje al que la vida le ha dado la oportunidad para disfrutar de las mañanas transparentes y esplendorosas, de las mujeres hermosas, del buen cocuy pecayero y de esta forma de andar rozagante y plácido en mi parcela de sueños.

Olimpio Galicia Gómez

CENICIENTA DE PORCELANA. Joan Manuel Serrat

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