Opinión

«Aún queda tiempo, aún queda espacio». Por Julyrma Jiménez

Paseo Talavera de Coro

Aún queda tiempo, aún queda espacio

Quebrando los albores de los años 1.990, un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda UNEFM, tomaban cada lunes a las seis en sombra de la tarde el Paseo Talavera de Coro en el estado Falcón, justamente entre el Museo de Arte Coro y la entonces Casa del Estudiante y lo llenaban de historias y personajes de la vida, del mundo y de todo el universo. ¡Lo llenaban de cuentos!. Sus relatos tenían como fuentes: libros, sueños, pesadillas, amores, desamores, y entre otras, la oralidad en sí misma; era el grupo de Narradores Orales Escénicos “Los Cuentacuentos de la Casa”, del cual formé parte.


Un día recibimos una invitación para contar cuentos en la Emisora Radio Guadalupana ubicada frente a la Plaza Bolívar de la ciudad de Coro en un programa dominical llamado “Márgenes” a las siete de la noche con Enmanuel Camejo. Ese día conocí a Enmanuel de voz afable y mirada profunda, una mirada que parecía escudriñar el pensamiento. De manera extraordinaria el escuchaba cada cuento e indicaba al operador de sonido la canción que debía colocar después del relato, así cada cuento tuvo su canción perfecta y cada canción su palabra precisa y la cabina de radio se transformó ese día en confidente de nuestros miedos escénicos y de los secretos de algunos de nuestros personajes de cuentos. Ese día también descubrí que la vida me estaba presentando a un hermano.

Desde entonces, cada domingo acompañaba a Enmanuel en su programa “Márgenes” y al estilo de mi amado poeta y maestro falconiano Hugo Fernández Oviol yo le contaba a Enmanuel de cómo Renato Agagliate, músico y escritor italo venezolano fundador de la Biblioteca de Sanare, había hecho que un limpiabotas le curara la tos a Bolívar y él me hablaba de su hijo Enmanuelito con sus ojos llenos de luz… Yo le entregaba la poesía del escritor y cuentacuentos colombiano Jairo Aníbal Niño hecha barquitos de papel y el me daba una lección de música cuando cada domingo me regalaba una canción al estilo de Silvio Rodríguez: “Te doy una canción y hago un discurso sobre mi derecho a hablar… Te doy una canción como un disparo, como un libro, una palabra, una guerrilla, como doy el amor.” Aquí seguramente nos acompañaría nuestro también hermano de vida, cantos y cuentos Luis Oswaldo Acacio “El Inmenso”, dando su certero toque al cajón de la guitarra para hacer con toda su alma el final de la canción.


Y fue precisamente en la serendipia de buscar a mi amigo “El Inmenso” que encontré de nuevo a Enmanuel Camejo en este espacio, “Al margen del tiempo”, otra dimensión de “Márgenes”, porque aún queda tiempo, aún queda espacio.
¡Gracias por este espacio, hermano de mi alma!

Julyrma Jiménez

TE DOY UNA CANCIÓN. Silvio Rodriguez

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