Opinión

«Mijo…¡ no aclares que oscureces!». Por Enmanuel Gerardo Camejo Zavala

La ciencia social mas inexacta tal vez sea la economía, porque lleva intrínsecamente el sesgo de quien toma partido por lo suyo, del que espera una ganancia particular o del que cuida la inversión de otro. Recuerdo haber asistido a una clase magistral de Domingo Felipe Maza Zavala (tal vez el mejor economista venezolano de todos los tiempos) donde el maestro expresaba de forma tajante que una economía exitosa era aquella que producía el mayor número de bienes que consumía y lo distribuía sin la mácula de la especulación.
No sé si eran ideas de un viejo y exitoso romántico de la ciencia que profesaba y enseñaba, pero no he escuchado palabras mas simples y certeras a la hora de abordar el problema económico de Venezuela.
Uno de tantos problemas de la sociedad venezolana actual es la complejificación de las ideas en materia económica. Un grupo sigue a ojos cerrados el capitalismo, otro reniega de este y apologiza sobre el socialismo marxista, otro de mas allá diserta sobre el anacronismo de los dos anteriores y pregona una tercera vía… mientras en pequeños conciliábulos, se pactan negocios particulares y se reparte el guión a difundir en los medios de comunicación y en las redes sociales, para manipular la opinión publica y ganar adeptos a fuerza de mentiras y falsas esperanzas.
Pareciera que la solución a tanto desmadre no es ideológica ni científica, sino ética y de buenas costumbres:

«Has al otro lo que quieras que te hagan», pregonaba el maestro de Galilea.

«Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado. Si un hombre habla o actúa con astucia, le sigue el dolor. Si lo hace con un pensamiento puro, la felicidad lo sigue como una sombra que nunca lo abandona», aconsejaba Sidharta Gautama

«La auténtica riqueza del ser humano es el bien que hace al mundo», predicaba a sus fieles el profeta Abū l-Qāsim Muḥammad (Mahoma)

«La mente del hombre superior valora la honradez; la mente del hombre inferior valora el beneficio», expresaba Confucio 500 años antes de nuestra era.

«Por el placer se hace el convite, y el vino alegra los vivos: y el dinero responde a todo.», enseñaba el hijo de David y rey en Jerusalén, en el libro hebreo del Ecclesiastes 10:19.

«Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad», sermoneaba Saulo de Tarso a los Filipenses.


En las anteriores reflexiones, repartidas de oriente a occidente, tanto profetas y mesías (aquellos iluminados a través de un vínculo divino) coincidían que la ruta para la paz y el bienestar del hombre en sociedad, era la de la honestidad, la honradez, el altruismo y el pensamiento puro.
Por eso y de forma diáfana, cuando escucho a encumbrados economistas (de izquierda o derecha) y a ministros del alto gabinete de gobierno, tratar de explicar los líos económicos del país (con una seudo profundidad que adormece) me apego a aquel refrán popular que reza: «Mijo… ¡no aclares que oscureces!»

Enmanuel Gerardo Camejo Zavala

«Vuele bajo». Facundo Cabral

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