Opinión

Tiempos corren. Por Enmanuel Camejo Zavala

Cuando la energía escasea los sistemas colapsan. Muchas pueden ser las causas: obsolescencia, agotamiento, eclosión, depredación, parasitismo. En fin, tantas fuerzas en contra que el final siempre es el mismo: la desaparición del sistema originario.
En los sistemas humanos sucede lo mismo, sea un sistema dual de pareja, familiar, de clanes, comunidad, pueblo, república, orden mundial. Con el agravante que son sistemas cuyos órganos básicos (seres humanos) son impredecibles por la compleja unidad que conforman: bio-sico-emocional-económico-social-espiritual (vaya compleja amalgama para constituir a un órgano de un sistema).

Sin embargo, pareciera haber una energía sutilísima que armoniza y reestablece los sistemas humanos desde cada individuo: el amor. Sí, el amor. El amor como frecuencia vibracional sub-cuántica, originaria, sagrada, constructiva, regeneradora.
Ese acorde del alma que hace armonía con el universo macro y microcósmico. Ese fonema o grafema tanta veces mencionado o escrito, citado y acomodado en discursos y textos vacuos, sin mayor referencia existencial, pero que representa la energía divina.
La crisis del mundo es la crisis del Hombre, de cada individuo, de cada ciudadano, de cada nacional, de cada habitante del planeta tierra.
Tiempos corren y el desequilibrio se acrecienta, los sistemas sociales colapsan arrasando a cada individuo que los conforman y con ello, poco a poco, a la humanidad entera.

La orquesta humana desafina y la sinfonía de la existencia peligra. Desacordes y notas fallidas, aceleran su desaparición.
Necesitamos, urgentemente, seguir la guía perfecta del diapasón del amor y la tutela maestra del Mesías resucitado.
Que el Altísimo guíe nuestros pasos.

Enmanuel Camejo Zavala

«Padrenuestro»

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