El 31. Por Enmanuel
Año nuevo
Cada 31 el corazón se le vestía de fiesta, de cielo sin muerte… de paraiso. Solía desde muy temprano adelantar las horas y jugar a ser taumaturgo para poder mover el tiempo. Imaginaba cuantas mesas habría esa noche, el color de los manteles, las sillas, que invitados nuevos compartirían saludos y sonrisas , las familias distribuidas aleatoriamente en aquel frente de casa, ancho y a la noche abierto, que daba a la calle. La historia encontraria, como cada año, una nueva pértiga para olvidar dolores, fracasos, odios, sinsabores. Al sonar en la cabezas de todos, imaginariamente, «el cañonazo», una nube con forma de viejo se despediría del mundo, llevando a saco lleno lo que ya había sido, y otra con forma de muchacho correlón, llegaría arrastrando su saco desinflado.
Y justo después, cuando los cuerpos embriagados de aguardiente y abrazos fueran la imagen colectiva, el alma olería a Año Nuevo.
Enmanuel
Un comentario
Maria
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