Opinión

¡El Optimalismo, una actitud que es casi una religión!. Por Miguel Zurita Sánchez

¡El desierto, no siempre es caluroso!

Cuando las cosas van mal o fatal se dispara la necesidad de darles la vuelta. Lo de “al mal tiempo, buena cara” resume las nuevas tendencias psicológicas a favor de un optimismo realista y organizado.
¿El presente promete? Responde con una sonrisa, que lo justifique. ¿Augurios de cambios y algunas dudas? Brinda una sonrisa por respuesta, que muestre buena calidad de información, que demuestre las ganas de tender puentes a las oportunidades que se presenten. Porque lo que ahora toca es afrontar el futuro con confianza en uno mismo, fe en la propia capacidad para mejorar la vida y esfuerzo para alcanzar los objetivos marcados.
En tiempos de desconcierto, lo mejor es creer en los valores seguros, y el nuevo optimismo lo es. Lo llaman optimismo inteligente, optimismo dinámico o, lo último, optimalismo, una equilibrada mezcla entre optimismo y realismo. Lo importante es practicarlo, como hacen ya políticos, escritores, líderes de opinión y analistas de tendencias.
El optimalista no lleva lentes especiales para ver la vida de color rosa, pero mira hacia al futuro y piensa en que puede hacer lo que se proponga, y eso le hace al menos intentarlo. Es un primer paso que salta la barrera del inmovilismo, al que condena el pesimismo del “nada tiene remedio”. No es casualidad que la psicología positiva, que confía en el optimismo como herramienta, por ejemplo en España, haya sido la estrella de los cursos de verano en muchas universidades. ¿Una moda? No, más bien una necesidad ante un presente, en el que nadie puede permitirse el lujo de ver el vaso medio vacío.
“Ser optimalista es una muy buena estrategia para estar al 100% afrontando los problemas y maximizar las oportunidades de éxito”, apunta Gonzalo Hervás, psicólogo y profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Ahí está la clave: el optimista inteligente trabaja para que sus circunstancias cambien a mejor. “Es consciente de la realidad y sabe que, a veces, moverse implica riesgos”, explica Hervás. “Los nuevos optimistas no viven de ilusiones; evalúan su situación, prevén las consecuencias de sus actos y no dejan nada al azar”, concluye.
El optimalismo, en definitiva, activa los recursos que cada uno tiene para superar obstáculos, a la vez que genera ilusión y confianza, dos motores imprescindibles para buscar y encontrar soluciones.
Martin Seligman, padre de la psicología positiva y autor de numerosos best sellers de autoayuda, afirma sin rodeos que “trucos carentes de sentido como silbar una canción alegre” no sirven de nada para mejorar nuestro ánimo. Así que mejor borrar del iPod el traicionero Don’t Worry, Be Happy (no te preocupes, sé feliz) y empezar a actuar. ¿Cómo? Sabiendo que se puede elegir nuestra manera de pensar; aprendiendo a leer la realidad de la forma más positiva posible, sin negarla nunca; aceptando la necesidad de cambiar algunos hábitos y actitudes; desterrando el pesimismo defensivo de esperar lo peor, para evitar desengaños, y con constancia para combatir las adversidades que salgan al paso. Si la crisis se sufre en carne propia, se trata de marginar los términos de siempre y nunca optar por el “algunas veces o últimamente”. El futuro está abierto y puede ser mejor.
Los expertos coinciden en señalar que, de modo consciente y con un poco de esfuerzo, un pesimista puede convertirse en optimalista. “La herencia genética y la educación, nos predisponen al optimismo o al pesimismo, pero tenemos muchas posibilidades de construir nuestro propio destino”, comenta el psicólogo y pedagogo Bernabé Tierno.
El optimalismo no es sólo una cuestión de carácter, también es una forma de pensar y de enfrentarse a la vida.” Según Tierno, la mejor herramienta para cambiar de chip, está muy a mano: es el cerebro. “Hay que poner la mente a nuestro servicio con una serie de estrategias y ejercicios, encaminados a superar los temores que nos impiden reaccionar ante una circunstancia o contratiempo. Lo primero es querer cambiar de pensamientos, sentimientos y actitudes, y pasar a la acción, abandonando las rutinas y los hábitos negativos que nos impiden ser, quien de verdad queremos ser. Activar y potenciar las emociones positivas. Si aprendes a pensar bien, aprenderás a vivir mejor.”
Potenciar los pensamientos positivos, no perder ni un instante en lamentos inútiles, aprender de los errores del pasado, visualizarse como una persona nueva, capaz de lidiar con todo lo que se ponga por delante, disfrutar y compartir los pequeños éxitos e instantes de felicidad… Los gurús de la psicología positiva aseguran que “somos lo que pensamos” y animan para lograr pensar exactamente lo que se quiere. Advierten, también, de la necesidad de ponerse metas asequibles para no caer en el desánimo, y avisan que se puede fracasar en un asunto concreto y eso no significa ser un fracasado. ¿Hay limitaciones? Sí, ¿Se puede controlar todo? No. Pero sí cabe estrenar un nuevo look mental, una versión mejorada y actualizada de uno mismo, que tendrá efectos beneficiosos sobre la salud física, psíquica, emocional y social. Porque un optimista vive más y afronta una enfermedad, con más posibilidades de cura. Esto es un hecho.

Depende de, hasta donde lo quieras mirar!

¿Cómo pasar del perfeccionismo a Optimalismo?


A continuación entrego una información, que al igual que otras veces, te pido que leas de forma detenida, consciente y dedicada, con miras a sacarle el mejor provecho.

El perfeccionismo es una actitud (y por lo tanto se puede cambiar)


Dice un refrán: “Se puede llevar el caballo al río, pero no se le puede obligar a tomar agua”.
Ten muy claro de que tú creas tu realidad, tus emociones y por lo tanto tus perfeccionismos .Es fundamental que te des cuenta de que la realidad no es perfecta, eres tu quien buscas algo imposible al interpretar esta realidad de manera distorsionada (es decir, intentando que sea perfecta). Y las consecuencias de todo eso a nivel emocional y conductual son muy negativas: Bloqueos personales, ansiedad, miedo al error, enfados, infelicidad.

Sé consciente de que el perfeccionismo es una actitud muy errónea, que engloba más de lo que crees.


Dice un refrán: “Quien no se aventura, no cruza el mar”.
Una vez que tengas muy claro, que eres tú quien creas tus emociones (y no tus errores, tus éxitos o la realidad), entenderás por qué el perfeccionismo es una actitud tan destructiva. La gente suele asociar el perfeccionismo como una actitud incómoda pero necesaria y productiva. Nada más lejos de la realidad, el perfeccionismo es una de los enfoques más negativos que existen por muchas razones. Además no sólo está referida al trabajo o al orden, incluye muchos elementos de nuestra vida, que son necesarios comprender. Recuerda que el perfeccionismo consiste en no aceptar cuatro cosas (los fracasos, los éxitos, la realidad y tus propias emociones negativas) y eso engloba toda nuestra vida, desde las relaciones afectivas a la educación de nuestros hijos, pasando por nuestros proyectos personales o por cuestiones laborales.
Además, cuando el perfeccionismo está acompañado de otras actitudes negativas todo se complica. Por ejemplo, si al perfeccionismo le sumamos una necesidad excesiva de aprobación, el perfeccionista no sabrá priorizar, colocará las necesidades de los demás en primer término y descuidará sus necesidades personales.

El contrario al perfeccionista es el optimalista (no el fracasado, el dejado, el irresponsable o el mediocre).


Dice un refrán: “Haciendo y deshaciendo se va aprendiendo”.
La actitud perfeccionista suele estar muy integrada en nuestro cerebro y no es fácil reajustarla. Son muchos años pensando y actuando automáticamente de esa manera, asumiendo que es la única manera de amar, trabajar, educar o vivir. Estos hábitos, tan fuertemente adquiridos, provocan que el cerebro piense que no hay una manera mejor de abordar la vida y, que todo lo que no sea la búsqueda de la perfección nos convertirá en alguien irresponsable, fracasado o poco luchador. Pero nada más lejos de la realidad, tienes que aprender una nueva palabra clave, que la vamos a convertir en nuestra actitud de cabecera. El cerebro te va a poner muchas trabas, pero poco a poco irá entendiendo que el optimalismo es una visión con muchos más beneficios que el perfeccionismo.

Aprende a filtrar tus pensamientos perfeccionistas.


Dice un refrán: “Bueno y barato no caben en un zapato”.
La actitud perfeccionista se puede cambiar y reestructurar, el primer paso para cambiar las tendencias perfeccionistas y lograr ser un verdadero optimalista, consiste en aprender a filtrar nuestros pensamientos perfeccionistas a través de cuatro claves, que a partir de ahora usaremos en todo momento: Objetividad, intensidad de la emoción, utilidad del pensamiento y el aspecto más formal (referido a nuestro lenguaje).
Lee con calma y quédate con cuatro filtros que nos ayudarán a darnos cuenta de que los pensamientos perfeccionistas no son nada realistas ni útiles, que tienen un lenguaje muy extremista y que, además, nos generan unas emociones nada efectivas. Veamos a continuación un ejemplo, visto en una consulta, de cómo quedaría un pensamiento perfeccionista si lo filtrásemos (y lo volviésemos optimalista).
Panchita estaba pintando un cuadro al óleo, en clases de pintura. Después de un par de sesiones pintando y, a punto de acabar, intentó cambiar algo del cuadro, provocando que se frustrase muchísimo, al ver que estaba peor que antes. Su primer pensamiento fue; «Que cagada, lo que le he hecho al cuadro, tan bien como lo tenía y en el último segundo destruyo todo mi trabajo. No debería haberlo tocado, vaya desastre monumental. Con todo lo que le he dedicado y los años que llevo pintando, alguien de mi nivel debería haberlo hecho perfecto. Seguro que mis compañeros piensan, que no soy buena pintando. Vaya porquería, al final no voy a ser tan buena como yo creía, me siento fatal conmigo misma.”
Tras trabajar este pensamiento a través de los cuatro filtros (objetividad, utilidad, intensidad de las emociones y filtro formal) llegó a un pensamiento mucho más optimalista que vemos a continuación:
«Lo primero que tengo que darme cuenta, es que me he puesto nerviosa no por haberlo hecho mal sino por mi interpretación perfeccionista. No ha quedado tan mal para haberle dedicado sólo tres horas. Yo estoy pintando por pura afición, para pasarla bien y para aprender (no para demostrar nada a nadie y esto no es un examen). Además, eso de que no pinto bien es mentira, he acabado cuadros de los que he estado muy orgullosa. En realidad pinto bastante bien, tengo mi estilo y he mejorado mucho en los últimos tiempos. No me ha quedado como yo quería, pues no pasa nada, si le dedico un poco más de tiempo a este cuadro, el próximo día me puede quedar genial, asimismo aprovecho para seguir practicando estilos y nuevas pinceladas. Me puede servir mucho para seguir mejorando, disfrutando de lo que hago y convertirme en una gran pintora.»


Panchita, tras filtrar su primer pensamiento perfeccionista y volverlo optimalista se quedó mucho más tranquila y motivada, volvió la semana siguiente a la clase de pintura y finalmente acabó su cuadro, mejorando incluso su idea inicial (Meses después acabaría haciendo una exposición). ¿Cómo cambia la historia, no? Pues cuánto más practiques los filtros más irás deshaciéndote del perfeccionismo, hasta lograr una visión mucho más optimalista de la vida. No te preocupes si te parece muy difícil, lo puedes practicar de muchas maneras y poco a poco lo irás consiguiendo.

Elimina la idea irracional de que «La perfección es posible»


Dice un refrán perfeccionista: “Árbol que nace torcido, nunca su rama endereza”.
“Un optimalista lo transforma y dice: “Por muy torcido que haya nacido el árbol, su rama siempre podrá enderezar”.
Una vez que tengas claras las cuatro claves, de los filtros de pensamiento, puedes practicar a desmontar el triunvirato típico del perfeccionista, tres ideas irracionales que solemos tener pegadas al cerebro y que nos hacen mucho daño. Las iremos viendo e iremos obteniendo recursos para trabajarlas.
La primera idea irracional consiste en pensar, que la perfección es posible (y por lo tanto si te esfuerzas podrás conseguirla). Los ejemplos son numerosos: El amor ideal, el trabajo perfecto, la relación de pareja perfecta, la felicidad perfecta…. Todas quimeras mágicas e irreales, que se convierten en la principal de malestar de muchísima gente.
Pensar de esta manera nos lleva a una visión 100% distorsionada de la vida que no es ni objetiva, ni útil ni nos crea emociones efectivas. Cómo decía Dalí: “No tengas miedo de la perfección, nunca la alcanzarás”. Una frase encantadora, porque tiene toda la razón, la perfección no existe en ningún lado y por lo tanto si crees, que la puedes conseguir te verás abocado al fracaso, a la desesperación y al bloqueo infinito, una meta abruptamente irreal, por las consecuencias que nos puede crear.
Puedes practicar filtrando esta idea, tan presente en tantas partes de la vida. Por si te cuesta reajustar esta idea, tan nociva, están, a continuación, algunas reflexiones sobre el tema para que practiques y poco a poco te vayas deshaciendo de esta idea irracional:
 La idea de perfección es un concepto abstracto (y a veces hasta irreal), que sólo existe en teoría para poder entender cualquier medida. A veces sólo sirve para escalar de manera teórica un concepto. Por ejemplo, nadie ha llegado a la perfección en el baloncesto mundial, muchos jugadores han llegado a niveles estratosféricos como Michael Jordan o Lebron James, sin embargo así no fueron perfectos porque fallaron tiros, pases e incluso perdieron muchos partidos. Pues este concepto podemos aplicarlo a cualquier parte de la vida, tampoco existe una relación afectiva perfecta, un trabajo perfecto o una emoción perfecta.
 Nadie en el planeta empezó haciendo algo desde la perfección. Nikola Tesla, Los Beatles, Steve Jobs o Marie Curie empezaron de cero (0), luego fueron muy imperfectos, más tarde cometieron miles de errores y gracias a su optimalismo fueron creciendo, aprendiendo de sus fracasos y evolucionando en sus campos. Por lo tanto no podemos decir que la perfección es posible, porque entonces nunca daríamos ni un sólo paso. Siempre existe alguna imperfección, alguna mejora que puede hacerse en todo lo que ve y hace.
 Si crees que la perfección es posible estás diciendo entonces, que de ti depende conseguirla. De entrada la frase ya pinta muy mal, porque seguramente te des un buen mamonazo, al ver que no vas a conseguirlo. Además tu cerebro se va a asfixiar intentando llegar a algo imposible y se va a sobrecargar de muchísima ansiedad, miedo, rabia y frustración. Si partes de esa premisa te va a ir muy mal en la vida, además cada vez que no consigas esa perfección prevista (algo que te ocurrirá en el 100% de las veces) al haber apostado toda tu valía, te desmotivarás y tu autoestima se verá muy perturbada.
 Puesto que vivimos en un mundo imperfecto, una persona que se esfuerza por la perfección tiene asegurado el fracaso. Esta visión perfecta de la vida imperfecta, sólo te creará desánimo, enfado y mucha frustración. Por el funcionamiento de la sociedad, por las circunstancias de la vida, porque haya un embotellamiento, porque llovió en tus vacaciones, que esperabas 100% sol…en todos estos casos crearás un perfeccionismo, que te llevará constantemente al fracaso, porque nada en la vida es perfecto, aunque tú te revientes la cabeza pensando lo contrario.
 Pensar que estás obligado a conseguir la perfección, sólo te da pie a dos opciones o la consigues o no la consigues. No hay más alternativa, o todo o nada. O la consigues, que es lo que deberías hacer o no la consigues, y por lo tanto eres un fracasado. Las apuestas perfeccionistas son tan extremas, que suelen hacer pedazos a las personas. Ante ese órdago (como echar el resto) tan brutal, siempre estarás rodeado de miedo y ansiedad y nunca te arriesgarás a cometer errores (“O lo hago bien o no lo hago…pues mejor no lo hago”)
 Finalmente recuerda, que los optimalista buscan lo óptimo, no lo perfecto, este es un valor mucho más realista, conseguible y motivador, puesto que es cómo un listón graduable, que tú mismo irás subiendo poco a poco, hasta llegar muy, pero muy lejos, mucho más que un perfeccionista.

Elimina la creencia irracional de que «tu valor como persona está determinado por tus logros»


Dice un dicho: “No por mucho madrugar, amanece más temprano”
Otro bicho perfeccionista suele ser, la creencia irracional de que tu valor como persona, está determinado por tus logros. Esta manera de ver la vida es tremendamente dura, ineficiente e irreal, puesto que estamos diciendo que si no conseguimos algo no valdremos como personas. Consecuencias: Si no nos va bien en el trabajo, no valdremos como persona, si no tenemos éxito en los estudios, no valdremos como persona, si no tenemos pareja, no valdremos como persona, etc, etc. Sí, cada vez que tomemos una decisión apostamos todo nuestro valor en ella, como si se tratara de una apuesta en un casino, la presión va a ser demasiado extrema. Apostar de esa manera, es como estar jugando al póker y pensar que si ganas, muy bien, pero si pierdes, alguien te va a disparar en la cabeza, un dilema demasiado lleno de presión, que provocará que el miedo a perder la apuesta, nos bloquee eternamente.
Además esa creencia errónea, también puede provocar que tengamos la necesidad de “ganar” a los demás, para poder sentirnos importantes. Y claro, si pensamos así, estaremos las 24 horas en alerta, comprobando si siempre estamos por encima de los demás o alguien nos gana, algo que fácilmente puede ocurrir. Esta visión de la vida provocará mucha ansiedad, inseguridad y envidia y nos dará algún falso alivio cuando interpretemos, que es el otro quien fracasa, tiene un error o le va mal (llegando incluso a recurrir al sabotaje, a fin de asegurarse que los demás actuarán de modo deficiente o malos resultados).
A continuación, algunas reflexiones, que nos pueden ayudar a filtrar esta creencia tan dañina:
 Los estudios lo afirman una y otra vez, cuando las personas mayores miran hacia atrás en sus vidas, habitualmente, comentan que en el transcurrir de sus existencias fue mucho más importante el COMO que el QUE. Es decir, valoran mucho más la satisfacción del cómo vivieron la vida, que lo que hicieron o consiguieron.
 Las relaciones sanas, satisfactorias y felices a largo plazo, se basan mucho más en lo que uno es como persona, que en lo que logra. Es decir, las buenas relaciones no dependen de la perfección, viven el presente, son flexibles, nada exigentes y aceptan plenamente al otro (con sus cosas buenas y malas).
 No eres lo que haces. Esto quiere decir que tu valor como persona está totalmente separado del valor de las actividades que realizas. Recuerda que tú no eres las actividades que realizas y por lo tanto tampoco eres los éxitos o fracasos de esas actividades. Aunque las actividades que haces pueden ser; valiosas, importantes o claves en tu vida, éstas no aumentan ni disminuyen tu valor como persona. Si te salen mal los tallarines, fallas el penalty decisivo en la final del mundial o te va mal en una relación afectiva, no quiere decir que no valgas como persona. Cuando hagas una actividad, apuesta la actividad, no apuestes tu persona.
 Seguramente quieras a muchas personas y las quieras por lo que son, con sus cosas buenas y malas, sus errores, defectos o peculiaridades. Eres flexible con ellas y las tratas con respeto, porque crees que tienen valor en sí mismas. Si haces esto con los demás, ¿cómo no vas a hacer lo mismo con la persona, que más tendrías que querer en el mundo, es decir tú mismo?
 Talento no es igual a felicidad. Esta reflexión es fundamental integrarla en nuestro día a día. Por ejemplo, Agassi fue el mejor tenista del mundo durante una época y fue muy infeliz (afortunadamente para él, con el tiempo aprendió a quitarse muchas ideas perfeccionistas y creció como persona). No necesitas tener ningún talento especial para ser feliz y tener éxito en la vida. Para nada, está demostrado, por estudios, que muchas personas muy felices y de éxito, tienen un talento y una capacidad por debajo de la media.
 El viaje es más importante que el destino. Normalmente se llega mucho más lejos cuándo se da más importancia al proceso, que a la propia meta, esto quiere decir que si uno disfruta lo que está haciendo, se suele lograr mucho más.
 No veas la actividad que estés haciendo como una fuente de autoestima, haz otra cosa mucho mejor. Si integras la actividad como fuente de disfrute, de aprendizaje, de experiencia, de realización…llegarás mucho más lejos y serás más feliz.
 A más ansia por lograr algo, menos rendimiento. Ten muy presente, que la preocupación excesiva por el logro, genera demasiados niveles de ansiedad, que a su vez interfiere en tu capacidad para alcanzar tus objetivos.
Hasta ahora tienes seis datos, claves, recomendaciones o estrategias, que te pueden ayudar a pasar del perfeccionismo al Optimalismo, te invito a leer las próximas entregas, donde con todo gusto, responsabilidad, cariño y compromiso, estaré brindando a nuestros queridos seguidores. Te invito además, a poner en práctica lo que has leído y que terminarás aprendiendo.
Me despido con una frase de un Optimalista, por excelencia, un inventor que desarrolló muchos dispositivos, que han tenido gran influencia en todo el mundo, como el fonógrafo, la cámara de cine o una duradera bombilla incandescente. Apodado «El mago de Menlo Park», su nombre Thomas Alva Edison.

Tomas A Edison

Miguel Alberto Zurita Sánchez. Coro 09 / 02 / 2.020.

«Sé Feliz» Liuba María Evia y Amaury Perez

3 Comentarios

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *